Que la ropa que compramos en Occidente la cosen y la tejen personas a lo largo y ancho de la Asia menos desarrollada no es ninguna sorpresa. Tampoco lo es que esas personas, en muchos casos menores de edad, trabajan en condiciones que aquí estarían prohibidas, bien por lo excesivo de los horarios, por las condiciones insalubres, por la falta de derechos laborales, o bien por todas ellas concurriendosimultáneamente.