Voy a una librería céntrica a comprar el último libro de El Roto, acaba de salir y reúne unas cien viñetas publicadas en El País. Antes de pedirlo, echo un vistazo a las novedades. Nada, ni rastro. Acabo pidiéndolo. Me dicen que está en la sección de cómics. No debe de estar suficientemente visible y tras un segundo intento fallido pido ayuda. Me lo encuentran, está de perfil. Pago y salgo. Esa misma tarde lo leo y releo, admirado de su talento y viéndolo como un bálsamo espléndido contra la estulticia programada con potencia.
De Contra muros y banderas voy a extraer algunas frases. En primer lugar, seleccionaré ideas que Andrés Rábago, su autor, vierte sobre las banderas:
- Cuando las banderas salieron al balcón, la concordia se retiró avergonzada. Cuando crecen las banderas, mengua el entendimiento.
- Eran ellos los que agitaban las banderas, pero decían que era el viento de la historia... Todas las banderas son de ayer.
- Sobre patrias, naciones y fronteras me fijo en las siguientes:
- Cada uno de nosotros tiene sus fronteras (sus límites). Cuando oigo muy a menudo las palabras ‘patria’ y ‘nación’ busco una frontera. ¡Qué obsesión con ser de un solo sitio pudiendo ser de tantos! A mí, la idea de identidad o de nación me produce claustrofobia. Menos patria y más decencia.
- “-¿Qué tiene de liberador crear más fronteras? -¡Calla que tú no entiendes!”.
El Roto ironiza sobre la ‘hiperseguridad’ de lo natural:
- Hay gente muy del terruño… ¡como las lombrices! Lo mejor del nacionalismo es el sentimiento de pertenecer al mismo hormiguero.
- Y sobre el respeto a la verdad y a la libertad de pensamiento:
- Extranjero es todo aquel que no piense como yo. Las primeras víctimas de las independencias son las disidencias.
- Se ruega no dar de comer mentiras a las masas. ¡Pensad lo que todos y dejad de pensar!
Ahí es nada esta calicata de ideas libres, agudas y personales. Son las suyas y las comparte con sus lectores. Van dirigidas, como reza la contraportada, a una España confusa, debilitada y empobrecida, donde viejos fantasmas regresan bajo ropajes identitarios y narcisistas para ocupar mentes y voluntades. No deben permanecer escondidas.
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