Estas son las peores edades en la que los niños enfrentan un divorcio
Las personas de siete a 14 años de edad tienen más probabilidades de sufrir problemas emocionales o de comportamiento que otros.
El divorcio es difícil de aceptar para cualquier menor, pero una investigación reciente afirma que las personas de siete a 14 años de edad tienen más probabilidades de sufrir problemas emocionales o de comportamiento que otros.
Investigadores del University College London examinaron a 6.245 niños y niñas nacidos entre 2000 y 2002 usando datos del Millennium Cohort Study, que hizo un seguimiento de su salud mental a las edades de tres, cinco, siete, 11 y 14 años.
Es el primer estudio británico que investiga los vínculos entre el divorcio y el bienestar mental de los niños y fue publicado en la revista 'Social Science and Medicine'.
De las personas analizadas, una quinta parte había experimentado el divorcio y el estudio reveló que las personas cuyos padres se separaron cuando eran mayores tenían un aumento del 16% en los problemas emocionales, como la ansiedad, y un aumento del 8% en los trastornos de conducta, como la desobediencia.
Comparativamente, los investigadores encontraron que cuando los padres de un niño se divorciaban entre las edades de tres y siete años, no eran más propensos a desarrollar tales problemas que aquellos cuyos padres estaban juntos.
La profesora Emla Fitzsimons, coautora del estudio, explicó que esto podría deberse a que los niños que experimentan el divorcio a una edad más avanzada tienen más probabilidades de tener una mejor comprensión de la situación y, por lo tanto, son más susceptibles al daño emocional.
"Sin duda hay muchos factores en juego, una posible razón es que los niños son más sensibles a la dinámica de las relaciones a esta edad", dijo a 'The Independent'.
"Las rupturas familiares también pueden ser más perturbadoras para la escuela y las relaciones con los compañeros en esta etapa de la infancia."
En términos de diferencias entre sexos, Fitzsimons y su equipo encontraron que los niños cuyos padres se habían divorciado eran más propensos a comportarse mal que las niñas, aunque no había una razón clara para ello.
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