martes, 14 de mayo de 2024 00:54
Sociedad

Una muerte para reflexionar

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¿Qué pasa por la cabeza de un niño de 13 años para asesinar a su profesor a sangre fría? La respuesta no nos sirve para devolverle a la vida a quien ocupaba una plaza de sustituto y sólo trataba de auxiliar a una alumna herida por la misma arma, pero sí para intentar saber cómo se puede evitar que esto vuelva a pasar y, sobre todo, para mirarnos a nosotros mismos y ver qué sociedad hemos construido que genera tanta violencia, especialmente entre los más jóvenes.

¿Qué pasa por la cabeza de un niño de 13 años para asesinar a su profesor a sangre fría? La respuesta no nos sirve para devolverle a la vida a quien ocupaba una plaza de sustituto y sólo trataba de auxiliar a una alumna herida por la misma arma, pero sí para intentar saber cómo se puede evitar que esto vuelva a pasar y, sobre todo, para mirarnos a nosotros mismos y ver qué sociedad hemos construido que genera tanta violencia, especialmente entre los más jóvenes.


Me puedo imaginar el dolor inmenso de la familia del asesinado. Y, por supuesto, me pongo en la piel de los padres del niño homicida y el calvario que les espera. Y qué decir de la angustia de los compañeros de clase del menor o del resto de los profesores: Una verdadera tragedia. Por eso, hay que profundizar. Saber el origen de todo y luego no quedarse en los detalles para, pasado el tiempo, enterrarlos en la vuelta a la rutina del día a día.


El hecho es jurídicamente inimputable. O sea: que no habrá pena de cárcel para el agresor. En esto nos diferenciamos bastante de los Estados Unidos donde nada menos que tres mil menores de edad están condenados a cadena perpetua, por lo que varias organizaciones como Equal Justice Initiative pelean desde hace muchos años por erradicar ese estado de cosas, ya que los norteamericanos son el único país del mundo donde se aplica la ley con esa dureza extrema. Escriben los de Equal Justice: "Niños de 13 años han sido juzgados como adultos y sentenciados a morir en la cárcel sin que haya habido consideración hacia sus edades o la circunstancia del delito que cometieron".


Hoy, seguramente no es el mejor día para recordar este ejemplo porque la muerte de un ser humano no tiene precio, pero tampoco nos vendría mal recordar que, dado que nuestras leyes son extremadamente generosas con el menor que mata, a lo mejor hay que perfeccionarlas tanto en la prevención del delito como en la búsqueda de la resección del delincuente. "Odia el delito y compadece al delincuente", escribió ya en el siglo XIX Concepción Arenal, que era una mujer extraordinaria que se adelantó a su época, en un país en el que las mal llamadas Instituciones Penitenciarias daban, y siguen, dando pena.


Hoy toca llorar y mañana mismo volver a preguntarse el porqué de un niño de trece años nos ha helado la sangre y ha llenado de dolor y de dudas nuestra convivencia. Es el mejor homenaje que podemos rendirle a un maestro bueno y valiente y, de paso, hacernos un favor a nosotros mismos y a nuestros niños...

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