Si se analizan las transgresiones más habituales que se adjudican a las empresas, nos encontramos con un enorme y variado listado en el que se incluyen desde aspectos relacionados con sus políticas empresariales: Publicidad engañosa, productos defectuosos, precios excesivos o deplorables servicios postventa, hasta las que podrían llegar a ser actividades delictivas como la alteración de Balances, el espionaje industrial o la discriminación por razones de edad, sexo o raza.
Si se analizan las transgresiones más habituales que se adjudican a las empresas, nos encontramos con un enorme y variado listado en el que se incluyen desde aspectos relacionados con sus políticas empresariales: Publicidad engañosa, productos defectuosos, precios excesivos o deplorables servicios postventa, hasta las que podrían llegar a ser actividades delictivas como la alteración de Balances, el espionaje industrial o la discriminación por razones de edad, sexo o raza.
Escándalos que han tenido una gran repercusión en los medios de comunicación como el de ENRON, o el de Worldcom, NTL, Kmart, Global Crossings, etc. ha movido a organizaciones supranacionales y nacionales a establecer Normas de Actuación o Códigos de Conducta que sirvan de referencia en cuanto a los aspectos éticos de la gestión empresarial.
Es el caso del Global Compact, de las Naciones Unidas, que establece para las empresas nueve principios universales de actuación referidos a los Derechos Humanos, a las Relaciones Laborales, al Medio Ambiente y el incluido recientemente sobre Corrupción.
La C.E.E. ha publicado, también, un Libro Verde sobre Responsabilidad Empresarial y la OCDE, a su vez, ha establecido unas Líneas Directrices para Empresas Multinacionales. Son ya muchos los gobiernos de diferentes países que tienen sus propias legislaciones y normativas al respecto.
A este movimiento "oficial" se ha incorporado el clamor ciudadano, el de las organizaciones de la sociedad civil y el de muchos inversores institucionales que reclaman un comportamiento diferente por parte de las compañías, tanto en los aspectos económicos, como éticos, sociales o medioambientales.
Estudios como los de la revista Fortune, los de consultoras como PriceWaterhouseCooper o de instituciones como FORETICA, por citar algunos, ratifican el rechazo del cliente ante comportamientos empresariales deshonestos.
Ante estas presiones, las entidades se ven obligadas a establecer una depuración interna de sus procesos de gestión para hacerlos más éticos y transparentes, y a representar un papel más proactivo en el campo social, convirtiéndose en lo que se ha denominado "ciudadano corporativo".
Poco a poco, las empresas han ido abandonando las teorías de M. Friedman relativas a que la única responsabilidad que tenían era la de obtener el máximo beneficio y el de cumplir con sus obligaciones legales, admitiendo, con mayor o menor grado de convencimiento, que su reputación corporativa, su imagen pública, su sostenibilidad futura en definitiva, va a ser función de otros conceptos no sólo económicos.
En base a esto se adhieren a pactos y asumen Códigos de Conducta, apoyan filantrópicamente a organizaciones que facilitan la vida a colectivos desfavorecidos y se preocupan por el consumo responsable de energía o por la emisión desordenada de gases tóxicos.
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