viernes, 29 de marzo de 2024 11:43
Opinión

RECUERDOS NAVIDEÑOS

Rubén Olveira
Rubén Olveira

Por estas fechas, cierro los ojos y sueño despierto con las navidades de mi infancia en el Montevideo de los cincuenta. Desde Barcelona, me parece mentira que hoy viva tan lejos de la ciudad en que nací y que ya hayan pasado más de sesenta años de todo aquello.

A mi padre, in memoriam.

Por estas fechas, cierro los ojos y sueño despierto con las navidades de mi infancia en el Montevideo de los cincuenta. Desde Barcelona, me parece mentira que hoy viva tan lejos de la ciudad en que nací y que ya hayan pasado más de sesenta años de todo aquello.


Veo a mi tío, Eduardo Echegoyen, en su viejo Ford del 29, yendo junto a mi padre a las Cervecerías del Uruguay a recoger dos barriles de madera cuyo contenido no era otra cosa que cerveza. Uno de cerveza blanca y otro de cerveza negra. Aquellos toneles poseían dos orificios circulares en su cara superior. Uno para introducir un tubo metálico acabado en un grifo; y otro para meter una especie de inflador de neumáticos al que había que accionar manualmente, dale que dale, para que la bebida tomara presión. Modo de enfriar el líquido: una media de nylon llena de hielo fabricado en una factoría cercana, enroscada al tubo de la canilla. Por aquel entonces las neveras eléctricas sólo existían en las películas americanas. Después de un largo y copioso aperitivo, la comida de aquel día, por lo general, estaba compuesta de raviolis con salsa y carne de estofado, que es al Río de la Plata lo que a Cataluña el cocido navideño. Luego, pasábamos a los turrones, al pan dulce (panettone), a los frutos secos y a los licores. Y no parábamos hasta el anochecer. Como se puede apreciar: un yantar propio del invierno europeo en pleno estío y con mucha gente disfrutando de la playa. No es de extrañar que después de ingerir tan energéticos alimentos en época de calor, muchos montevideanos termináramos nuestra Navidad en las salas de urgencia de los hospitales, que no daban abasto en atender a los indigestados comensales. Y todo, por seguir, en verano, las tradiciones hispano-italianas de nuestros abuelos.

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