miércoles, 17 de abril de 2024 00:57
Opinión

Los Derechos de los Niños

Xavier Puigdollers Noblom
Xavier Puigdollers Noblom

Muchas veces hablar de derechos supone reivindicación. Protesta por una situación incómoda o injusta. Hablar de niños, normalmente, implica alegría o simpatía. También, muchas veces, hablar de derechos supone reconocimiento de una situación y hablar de niños sorpresa o tristeza por una triste realidad.

Muchas veces hablar de derechos supone reivindicación. Protesta por una situación incómoda o injusta. Hablar de niños, normalmente, implica alegría o simpatía. También, muchas veces, hablar de derechos supone reconocimiento de una situación y hablar de niños sorpresa o tristeza por una triste realidad.

Hoy toca juntar los dos términos y hablar de derechos de los niños. En este punto, podemos reivindicar y reconocer una realidad al tiempo que podemos mostrar simpatía y también tristeza por dicha realidad. El 20 de noviembre de 1989 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Convención de los Derechos de los Niños. Importante documento que supuso introducir plenamente en el ordenamiento jurídico los derechos de los niños.

Destacamos entre los principios de la Convención el de que todas las actuaciones en las que se vea implicado un niño deben efectuarse teniendo en cuenta su interés superior. Es decir, primará sobre cualquier otro interés o derecho, el del menor que se vea afectado. Esta norma de actuación está en consonancia con los derechos de participación que recoge el mismo texto.

El menor debe ser oído y escuchado. Debe tener la posibilidad de expresar su voluntad y su interés en aquello que le afecte. Muchas son las ocasiones en que participa de forma pasiva en las actividades, sin dársele la oportunidad de opinar o incluso, por nuestra parte, de enterarnos si quiere participar. Simplemente, es el niño y allí está. Pensamos que no sabe o que no puede. Los adultos decidimos por él sin preguntarle.

No siempre es fácil escuchar. También hay que aprender a hacerlo y sobre todo practicarlo. Decidir por uno mismo es relativamente fácil. Decidir por otro es más complejo. Pero la decisión ha de ser a sabiendas que en realidad es beneficiosa para las personas que les afecta. Debe hacerse con responsabilidad y generosidad, pensando en el interés del más débil.

En este sentido hay que promover la participación de los niños en aquellas decisiones que les afectan. Habrá que tener en cuenta su capacidad para comprender la realidad de los hechos y valorarlos en la justa medida. Los conflictos de intereses entre los adultos no deben provocar mayor inseguridad en sus vidas. Habrá que buscar canales de comunicación y de expresión de su voluntad de forma que no se vea manipulada o influenciada por la presión del conflicto familiar o social en el que se vea inmerso.

También habrá que potenciar la posibilidad de relacionarse con otros niños, de forma que la vida asociativa incentive y refuerce el sentido de participación en la vida social y la toma de decisiones. Los niños en su caminar a la edad adulta deben poder practicar y adquirir hábitos que les permitan llegar suficientemente preparados. Este caminar no deben hacerlo solos. Deben estar acompañados por sus padres, familiares y el resto de la sociedad. Un caminar pausado, sin tropezar entre sí. Los niños necesitan expresarse y deben aprender a hacerlo y los mayores deben aprender a escuchar y permitir que se expresen.

Como todos los derechos de los niños, el de participación, lleva aparejado el deber de comprensión de los adultos. Un deber que deberá hacerse con realismo y simpatía; con paciencia y generosidad. Los niños en su aprendizaje también pueden equivocarse, por eso deben tener la seguridad que serán comprendidos. Lo decía antes, el interés superior del menor debe primar sobre cualquier otro interés. Qué difícil es entenderlo y practicarlo. Paciencia y generosidad, eso es lo que necesitan los niños y, sobre todo, amor y respeto a sus derechos.

El día Internacional de la Infancia, promulgado por la ONU y que se celebra cada año el 20 de noviembre, es un buen momento para reflexionar sobre los niños y sus derechos. También sobre las obligaciones de los adultos hacia ellos. Vale la pena aceptar el compromiso. Los niños bien lo merecen.

Dr. Xavier Puigdollers Noblom
Abogado
Profesor de Derecho Civil de la Universidad Abat Oliba

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