Numerosos son los frentes de lucha que las organizaciones sociales, y en especial, el movimiento sindical tenemos abiertas en los tiempos que corren. Hasta hace relativamente poco tiempo el sindicalismo había visto cuestionada su utilidad en el contexto de una sociedad de la abundancia, en el marco de una situación económica que el tiempo ha señalado como ficticia. Ahora su necesidad está fuera de toda duda a pesar de algunos escándalos que afectan directa o indirectamente a alguna organización pero que, a buen seguro, poco tienen que ver con la práctica sindical y más con la corrupción que afecta a muchas áreas de la sociedad.
El gran reto del sindicalismo es demostrar y ser capaz de responder al desafío que implica el actual contexto de crisis . Una situación que vive una sociedad muy diferente a la que existía en otras épocas difíciles donde los sindicatos a lo largo del siglo XX ya habíamos demostrado nuestra capacidad de resistencia y lucha. Ahora tenemos que responder a una ciudadanía más formada e informada y, sobre todo, mucho más exigente en relación a nuestra capacidad de acción y la calidad de la misma.
Bienvenida esta presión sobre nuestra labor pero conviene hacer algunas reflexiones al respecto. El contexto de recortes tiene un impacto sobre la capacidad de respuesta de los sindicatos, por necesaria reordenación de nuestras estructuras para superar la situación económica y, sobre todo, por una serie de políticas neoliberales impulsadas por los gobiernos conservadores destinadas a debilitar el papel de los sindicatos y su función de interlocución social. La reforma laboral es el ejemplo más claro en relación al debilitamiento de la negociación colectiva y la interlocución social.
Pero hay que reconocer que tenemos una dificultad, de fondo, que no la provoca la crisis. Ante unos trabajadores exigentes en relación a nuestra función reclamamos, de ellos, un retorno igualmente comprometido en términos de asociación a los sindicatos. Sólo con unas organizaciones sindicales fuertes en términos de afiliación de los trabajadores estaremos en condiciones para esta dura travesía. La defensa de nuestro modelo de bienestar y de los derechos sociales no se ganará en el terreno individual, es imprescindible la lucha colectiva organizada.
Hay que establecer un compromiso dual entre trabajadores y organizaciones sindicales para reforzar una red de solidaridad que hay que renovar y adaptar a las nuevas circunstancias. Porque, a pesar de que algún modelo sindical no responda a los intereses generales, ni podemos echar la culpa al conjunto del movimiento obrero ni podemos romper el sistema.
Antònia Gil
Secretaria general USOC
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