sábado, 20 de abril de 2024 11:39
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LOS VIKINGOS

Hay que ver cómo se han puesto algunos durante el fin semana con los “nuevos” políticos que tomaban posesión de sus puestos de alcaldes, alcaldesas, concejales y concejalas en los distintos ayuntamientos del muy variopinto reino de las Españas. Parece como si, de repente, la locura colectiva y la irracionalidad, se hubieron hecho las dueñas de un país que ya lleva unos cuantos lustros en democracia y que, por lo tanto, en el tema de pactos, componendas, tamayazos y otras mangancias padeciera todavía del virus de la ingenuidad y no supiera mas de lo que aparenta o incluso alardea.


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Hay que ver cómo se han puesto algunos durante el fin semana con los “nuevos” políticos que tomaban posesión de sus puestos de alcaldes, alcaldesas, concejales y concejalas en los distintos ayuntamientos del muy variopinto reino de las Españas. Parece como si, de repente, la locura colectiva y la irracionalidad, se hubieron hecho las dueñas de un país que ya lleva unos cuantos lustros en democracia y que, por lo tanto, en el tema de pactos, componendas, tamayazos y otras mangancias padeciera todavía del virus de la ingenuidad y no supiera mas de lo que aparenta o incluso alardea.


Si este país fuera Dinamarca, donde sus ciudadanos se declaran los más felices de entre los europeos, tienen un nivel de vida superior a la media, y hay más partidos que se ponen de acuerdo para repartirse el poder que “rovellons” en los Pirineos, no andarían algunos “liando la troca” más de lo necesario, amenazando con catástrofes bíblicas o declarándose laicos cuando no toca.


Y es que a los que hemos nacido en esta península de tribus, nos encanta poner en cuestión cualquier cosa, incluso aquellas que por años de rodaje ya deberíamos tener por superadas. Somos tan singulares que hasta hemos conseguido que todo un The New York Times se hiciera eco de las barbaridades que había escrito un concejal de Madrid hace cuatro años en Twitter, como si el tema fuera una cuestión esencial para la convivencia en el Oriente Próximo. Aquí vale todo con tal de armarla y conseguir que la gente que nada tiene, exteriorice sus peores instintos, y deje que los que pueden perder su establishment por el bien de la patria, de su patria, sigan viviendo incluso mejor que en los tiempos en los que mandaba aquel general tan bajito con voz de vicetiple, al que tanto querían...


¿Por qué nos gustará tanto los liderazgos fuertes, cuando lo más sensato es que el poder se reparta democráticamente entre los que nunca lo han tenido? ¿No son los daneses los que presumen de que la corrupción apenas existe en su país, precisamente porque unos se controlan a los otros? A ver si aprendemos de los antiguos vikingos, que de feroces piratas que bajaban hasta Catoira a robarnos bienes y mujeres, han pasado a disfrutar de la agradable condición de apacibles burgueses, sin que sientan el menor remordimiento por ser tan inteligentes y llevarse entre ellos tan bien...

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