sábado, 20 de abril de 2024 08:58
Opinión

EL FUTURO DEL TRABAJO

Joan Carles Gallego
Joan Carles Gallego
Secretario general de CCOO de Cataluña

El futuro del trabajo debe abordarse de manera urgente. La cantidad y la calidad del empleo son claves para determinar qué modelo de sociedad tenemos y queremos. Hoy tenemos graves déficits económicos, sociales y políticos y el gobierno que salga de las elecciones del 20-D en el Estado y el de Cataluña deben responder.


En los años previos a la crisis los niveles de desigualdad eran inferiores a la media de la UE, hoy estamos claramente por encima. Tanto en Cataluña como en España la gestión política de la crisis se ha hecho destruyendo empleo, recortando el gasto social, reduciendo salarios, rebajando la fiscalidad sobre la renta y la riqueza. El resultado es que el peso de las rentas del trabajo en la distribución de la renta en Cataluña ha caído, entre 2007 y 2013 un -5'3%, y contrasta con la evolución de los países de la Unión Europea, donde la participación de las rentas salariales ha ganado peso, + 2,5%, desde el inicio de la crisis (ver el Segundo informe sobre la evolución de las desigualdades sociales en Cataluña, CERES). La brecha social con Europa ha aumentado. Salvo minoritarios sectores sociales -ligados al sector financiero ya grandes empresas- que se han aprovechado de la gestión neoliberal de la crisis para acumular poder y riqueza, la mayoría de la sociedad ha perdido calidad de vida, al tiempo que los derechos personales y colectivos han retrocedido. La democracia se ha debilitado y hoy la sociedad es más pobre y desigual.


Los trabajadores se han visto afectados en las condiciones de vida y su posición social por la devaluación de las condiciones de trabajo. De manera más intensa a los trabajadores con rentas más bajas, que hoy son más pobres y desiguales. Ha habido una importante transferencia de las rentas del trabajo a las rentas del capital. El 20-D tenemos que decidir también si se impone y consolida este cambio de modelo económico, laboral y social promovido por el neoliberalismo o, por el contrario, hay un apoyo mayoritario al que quiere preservar y recuperar el modelo social europeo.


Acabar con las políticas neoliberales y recuperar e impulsar el modelo social europeo, que se ha querido desmontar, conlleva necesariamente situar el trabajo y las políticas de protección social en el centro del debate político. Sin garantizar el bienestar de las personas y la cohesión social no hay salida de la crisis. Por ello se debe asegurar el crecimiento de la actividad económica que cree empleo de calidad y con derechos, a partir de un cambio de política económica, incrementando salarios, empezando por el SMI, y revirtiendo las reformas laborales, recuperando la plena capacidad de negociación colectiva. Debemos recuperar y ensanchar las redes de protección social y el carácter universal de calidad de los servicios públicos. Para hacerlo posible se necesita una reforma fiscal justa y eficiente, que dote de los ingresos públicos suficientes, acercándonos a los niveles de presión fiscal y de gasto público de la UE. Hay que cambiar el modelo de crecimiento. Para disponer de una economía más estable, más justa, sostenible y competitiva, debemos reorientar la inversión pública con un proyecto integrado de infraestructuras, reformar a fondo el sector energético, aumentar la inversión en I + D + i, impulsar la soberanía y seguridad alimentaria, etc.


Los retos son importantes. Los altos niveles de desempleo y la devaluación de las condiciones de trabajo, hay que añadir los derivados de un mundo global, donde la aceleración tecnológica trastorna tanto el cómo producir, como las formas de organizar todo el proceso, y de la realidad del cambio climático, que nos obliga a cambios de hábitos productivos y sociales. En este contexto debemos exigir también que el trabajo se sitúe en el centro de la acción política y configure ámbitos de diálogo social y de negociación. Los ajustes económicos y sociales no se pueden hacer recaer sobre el trabajo, en su cantidad o en sus condiciones. Ni las nuevas tecnologías o la robótica, ni el cambio de un modelo basado en energías fósiles a otro que se sustente en energías limpias, pueden utilizarse como excusa para devaluar el trabajo. Ni las reformas laborales, ni la desigualdad en el trabajo o los bajos salarios, ni los recortes en la protección social, ni el cuestionamiento del sistema público de seguridad social, son respuestas posibles.


El futuro del trabajo hay que abordarlo desde la convicción de que los retos -económicos, sociales, tecnológicos, medioambientales- requieren de trabajo estable, calificado, reconocido, valorado, seguro, saludable, con derechos ... para dar respuesta a las ingentes necesidades sociales no cubiertas y las nuevas demandas para construir un mundo más justo y sostenible. El trabajo debe ocupar el centro del debate político para garantizar el bienestar de las personas y la cohesión social.


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