viernes, 19 de abril de 2024 08:22
Opinión

LOS QUE NO DEBATIERON

Manuel Fernando González Iglesias
Manuel Fernando González Iglesias

A Coruña, 1952

Parecían dos novias despechadas. Mientras, García Farreras les echaba más leña en la chimenea de Atresmedia para que el fuego de la ira no se apagara. Eran Alberto y Pablo, Rivera e Iglesias, los dos al unísono, quienes criticaban a gusto y sin límite de tiempo en la Sexta a "los otros dos" protagonistas del llamado Debate de la Academia, o sea: a Mariano Rajoy y a Pedro Sánchez, muy enzarzados ellos en decirse lo que en cuatro años habían guardado para sus adentros.


Ambas plañideras políticas, que pronto tendrán la oportunidad de "lucirse" en el Parlamento español con sendos grupos parlamentarios razonablemente numerosos, sacaban partido de la pelea a muerte de sus dos rivales, dejando claro que aquello que veían los españoles, que no nos enteramos de nada, "formaba ya parte del pasado bipartidista", ya que ellos, los nuevos profetas, anunciarían la buena nueva después del 20 de diciembre y que ese decálogo, y solo ese, sacaría al "pueblo elegido" del desierto en el que gracias al PP y al PSOE nos hemos metido. Incluso Iglesias apeló a la falta de moderación de los dos debatientes del bipartidismo, olvidándose por pura inocencia o distrimiento de las barbaridades sobre la casta o el esnifado de sustancias que han llegado a vociferar él mismo o alguno de los suyos durante la campaña. 


Rivera fue más cauto, quizás pensando que si se queda cuarto solo un abrazo con los socialistas o con la Vicepresidenta le puede solucionar la vida en los próximos cuatro años. Hay gente que ha invertido mucho dinero en él, sobre todo para que garantice la gobernabilidad del Estado. Y eso son palabras mayores.


Hoy los medios afines al PP se han desmelenado machacando a Sánchez por su manera de tratar a Rajoy. No se me enfaden: son los mismos que no se quejaron porque en el 94 Aznar dijera aquello del “¡váyase, señor González!”, o que el mismo dirigente delante de los Duques de Luxemburgo de visita oficial en España añadiera aquello de "a este lo mando a Polonia", que los periodistas presentes interpretaron entonces como una alusión clara y especialmente ofensiva al reinante Juan Carlos I. Luego otros como El País o El Plural compensaron esta andanada con su cerrada defensa del sucesor de Rubalcaba. Son las lógicas dos varas de medir que han hecho que nuestra profesión de contadores de noticias sufra progresivo descrédito y desconfianza en la opinión pública, a la que, en esta elecciones en concreto, hemos machacado con encuestas trufadas de datos inveraces y sobre todo con "crónicas de campaña" demasiado complacientes con nuestros candidatos preferidos olvidándonos de sus defectos y despropósitos verbales.


Lo malo de todo este potaje es que, después del día 20 de diciembre, habrá que formar Gobierno, y que tal y como pintan las expectativas de voto, a más de un candidato, le pesará mucho haber dicho según qué cosas porque es más que probable que el destinatario de sus puyas tenga que sentarse con él a negociar y luego, si llega a un acuerdo, a gobernar esta pobre burra, ciega y coja, en la que unos y otros han convertido la economía española. Ya me dirán ustedes entonces quién tiene la autoridad moral suficiente para decir: "Aquí estoy yo, y tú te vienes conmigo a la Moncloa, que Catalunya quiere irse de España".

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