No me perdonaría a mi mismo no recordar un año después el espantoso asesinato de nuestros compañeros de Charlie Hebdo, quienes, aun esperan, que se resuelva el caso aclarando las circunstancias y todos los autores del atentado.
Nadie, en su sano juicio, entiende que a la prensa libre se la silencie por la vía de las armas, como, tampoco es de recibo, que la religión, sea cual sea credo, imponga su "espiritualidad" a tiros a los no creyentes y a los ateos.
Los periodistas de Charlie Hebdo se obligaron durante su quehacer profesional, a dibujar una sonrisa en el rictus de sus lectores a través de un humor irreverente y corrosivo. El no compartir su forma de entender la sociedad, no justifica que unos bárbaros les hayan eliminado sin darles la oportunidad ni de despedirse de sus familias.
Recordarles, es un honor y rezar por ellos y por sus asesinos, la iniciativa pacífica que algunos adoptaremos en el primer aniversario de esta terrible tragedia. Compañeros, siempre os recordaremos.
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