viernes, 19 de abril de 2024 21:58
Opinión

EL DESPLANTE REAL

Manuel Fernando González Iglesias
Manuel Fernando González Iglesias

A Coruña, 1952

No me gusta cómo pintan las cosas. La negativa del Rey a recibir de la Presidenta Forcadell la comunicación oficial de que la Generalitat tiene un nuevo President no vaticina buenos tiempos para las relaciones institucionales y desasosiega a la gente que queremos diálogo y buenas maneras entre todos, sea cual sea la ideología o el lugar que ocupen en las responsabilidades públicas.


Posiblemente este lunes de enero no sea el mejor día para que los Borbones se distraigan con asuntos de Estado, mientras se cuestiona la honradez familiar en un juzgado de Palma. Pero un buen Rey ha de superar ese trance y preocuparse más de lo de todos que de lo suyo propio.


En resumen, que solo le faltaba a la fanática Carmen Forcadell este "desdén público" de la monarquía española para cargar de nuevo la mochila de su intolerancia y reeditarse como la nueva Juana de Arco de la independencia catalana a costa de un traspiés protocolario de la Jefatura del Estado.


Para que ustedes se den cuenta de cómo están las cosas también aquí en "la civilizada Catalunya" les contaremos una sonrojante anécdota que ayer se produjo en la tribuna de prensa del Parlament durante la sesión de investidura. Tres muy conocidos periodistas independentistas se pasaron la sesión aplaudiendo fervorosamente a "sus lideres politicos" mientras se mofaban con comentarios jocosos e incluso ofensivos de los líderes de la oposición que intervenían en la sesión, hasta que uno de ellos se dio cuenta de que les observaban atónitos sus compañeros de profesión que, mientras ellos se lo pasaban en grande, guardaban un respetuoso silencio, síntoma evidente de que a la tribuna de prensa se viene a trabajar y no a jalear a los amigos que luego se convierten en fuente de abastecimientos de cargos y prebendas financieras. Poco más atrás otro "estómago agradecido", esta vez con muy grandes responsabilidades en la ANC, se mofaba por la intervencion del socialista Iceta haciendo la "gracieta" final, de si, a continuación, el sociata se disponía a bailar.


Créanme, hemos entrado en una dinámica en la que, a pesar de que uno cada día que se levante y se recargue las pilas, no se puede ser optimista, y mucho menos cerrar los ojos ante tanto intolerante, se encuentre donde se encuentre y goce de los privilegios que goce, aunque ello signifique que al mensajero le pueda costar muy caro.


En resumen: como les prometimos en nuestro editorial de ayer, seguiremos usando la palabra... Solo eso.

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