viernes, 17 de mayo de 2024 03:37
Opinión

LA CRISIS DE PODEMOS

Manuel Fernando González Iglesias
Manuel Fernando González Iglesias

A Coruña, 1952

Podemos esgrimió en las pasadas elecciones municipales una estrategia que, personalmente, me pareció una "golfada impresentable" que venía a consistir en dejar que los posibles candidatos "podemistas" se presentaran con una marca propia "Viladecans sí se puede" o "Por Cádiz sí se puede" y si resultaban elegidos, presumir de que eran suyas esas concejalías por el solo hecho de haberlas gratificado con su "aquiescencia". Así comenzó la batalla en la mayoría de los ayuntamientos donde los candidatos "eran y no eran" al mismo tiempo de Podemos, con excepción de aquellas poblaciones donde sí quisieron mojarse "las nuevas estrellas de la política" y aparecer en los mítines o incluso en el cartel electoral. Lo cierto es que a decenas de concejales se les dejó colgados y la historia continúa sin resolverse porque los líderes nacionales solo están por la labor de tocar poder en el Estado y no perderse en la configuración de una estructura política seria y estable. Lo suyo va por otro camino: alcanzar el poder a través de una plataforma electoral en torno a una sola persona, que luego irá dejando los aliados por el camino, si antes, éstos, no se dan cuenta de la maniobra y no dejan al de la coleta con la brocha en la mano y sin escalera, ni pared que pintar.


A partir de ahí, y de primarias parecidas o bastante peores a las que organizan, cuando les conviene, los que desde el tándem Errejón-Iglesias llamaban en campaña, despectivamente, los partidos de la casta, Podemos ha ido edificando su antedicha plataforma electoral, a la que se han ido sumando las diferentes "franquicias políticas" que lo forman actualmente, que han conseguido ocupar puestos de poder impensables hace tan solo un par de años. Pero, como resulta que en este guiso se han mezclado almejas de Carril, ternera de Girona, Vinagre de Jerez con arroz de la Albufera, y también otros misteriosos ingredientes de diferente procedencia ideológica, los maestros de cocina a los que se debe tan dispar mezcla, aun no tienen claro si el producto que les ha salido es una paella valenciana, un potaje marciano o el brebaje milagroso del druida Panoramix, que les debe dar la fuerza sobrehumana que necesitan para sacar del Parlamento, e incluso de la vida política a PP, PSOE, Ciudadanos e incluso Izquierda Unida, convirtiendo este país llamado España al bolivarismo mas recio y combativo, sin darse cuenta que esto es Europa y que el ejemplo griego a nosotros, creemos sinceramente algunos, no nos sirve para nada y tampoco no nos lleva a ganar esta difícil etapa de montaña que es la crisis.


Ahora Pablo Iglesias e Iñigo Errejón andan, Vds. ya me perdonarán la germanía, a ostias entre ellos, como si ambos quisieran reeditar el viejo enfrentamiento que en octubre de 1991 protagonizaron Felipe González y Alfonso Guerra por la reconversión de Hunosa, en la que el segundo defendió las tesis del sindicalista Fernández Villa frente al cierre patronal de Solchaga. ¡Quién le iba decir al autor de la frase "el que se mueva no sale en la foto", que Villa acabaría al cabo de los años juzgado por corrupción! Grave diatriba que llevó a los dos viejos amigos sociatas del "clan de la tornilla sevillano" a enfrentarse abiertamente y, a partir de entonces, el uno a quedarse con todo el poder del Estado y al otro a sobrevivir, hasta su jubilación parlamentaria reciente, al frente de una corriente interna conocida a partir de entonces como "guerrismo" que tenía su parte de poder simbólico representada en la Fundación Pablo Iglesias (el bueno, o sea: el fundador del PSOE y la UGT). Ni Iglesias es Felipe González aunque lo pretenda, ni Errejón se gasta la corrosiva gracia de Guerra a la hora de vilipendiar al adversario político aunque lo intente a diario, por lo que cabe deducir que lo que pase dentro de Podemos no se parecerá en nada a la transformación que sufrió el PSOE con aquella crisis interna, ya que amarrado al poder a través de un líder carismático, pudo asimilar dentro de sus siglas la posible disidencia sin que el electorado les castigase por eso. No eran un partido marxista leninista, eso ya había quedado atrás en su centenaria historia, mientras que la bisoñez de Podemos les aboca a la irrefrenable radicalidad con un final similar al que protagonizaron en Grecia los dirigentes de Syriza Alexis Tsipras y su carismático Ministro de Economía Yanis Varoufaquis y si me apuran, con el añadido de la anterior escisión que encabezó el Ministro de Energía Panayotis Lafazanis, que se llevó tras las elecciones de enero del 2015 veinticinco diputados, más o menos los que Pedro Sánchez busca ahora de forma apasionada en las mareas gallegas y en el Compromís valenciano.


Así que ya saben, como dirían los futboleros: hay partido para un acuerdo de gobierno y mucho más, desde que el secretario general del PSOE ha dado el inteligente paso de entrevistarse con el President de la Generalitat, en un momento histórico en el que, al sucesor de Mas, como al Rey de España Juan Carlos I cuando le invistió Franco solo vino a verlo Valery Giscard d’Estaing y Henry Kissinger que, por aquel entonces, eran los dos personajes "más listos de la clase" en el contubernio político internacional" con los resultados que la mayoría de los españoles conocemos de sobra.


Por eso, a lo mejor, las votaciones de investidura hasta han venido bien para que el Régimen parlamentario se auto-regenere y nos muestre quién es quién en la política de España, y sobre todo, si su altura de estadista responde o no a una muy secreta estrategia personal. Pronto lo comprobaremos en la que ya se denomina "La Crisis de Podemos".

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