sábado, 20 de abril de 2024 14:04
Opinión

OBIANG Y LOS SILENCIOS CÓMPLICES

Joan Ferran
Joan Ferran

Me indignan los silencios cómplices y el pasar de puntillas de algunos ante los atentados a la democracia y los derechos humanos. Sé perfectamente que el dinero es capaz de comprarlo casi todo, que el petróleo aun es un producto codiciado y que muchos prefieren el postureo de moda antes que inmiscuirse en ‘asuntos de estado’. Sí, eso es lo cómodo que permite a cierto personal darse una capa de barniz progresista mientras se obvian injusticias instaladas hijas del ‘laissez faire’. 


Teodoro Obiang lleva 37 años como presidente de Guinea Ecuatorial y osa presentarse ante el mundo alardeando de espectaculares resultados electorales. Sus esbirros alegan que ha obtenido el 99’2% de los votos escrutados. ¡Increíble! 


Organizaciones defensoras de los derechos humanos, como Human Rights Watch, catalogan a Obiang como a un dictador corrupto y sanguinario. Diversos observadores internacionales, líderes opositores y sociedad civil han cuestionado la limpieza y validez de estos comicios al tiempo que denuncian la intervención amedrentadora del ejército contra el principal partido de la oposición.


Insisto: me indignan los silencios cómplices. Sí, y los hay de todos los colores, de políticos en activo y de otros que subsisten a medio gas. Aunque fuera como penitencia, para lavar pecados, más de uno debería reconocer que en su día le dio oxígeno y sonrisitas al sátrapa esperando un plato de lentejas.


Guinea Ecuatorial es un país bello y rico que no se merece el yugo de un dictador blanqueado durante años por algunos ‘de los nuestros’.


Juan Tomas Ávila Laurel -intelectual ecuatoguineano oriundo de Annobón- nos lo cuenta con claridad: “Nadie puede creer en unas elecciones libres en mi país, el abuso ha sido increíble, con militares vigilando el voto y mesas electorales sin papeletas de partidos opositores. Pero lo peor es el clima de terror contra quien quiere cambiar las cosas”.


Mientras tanto aquí el ‘postureo’ continúa y, allí, Obiang se deleita con el ritmo del silencio.

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