jueves, 28 de marzo de 2024 21:18
Opinión

EL ZÚRICH Y LA SEÑORA COLAU

Joan Ferran
Joan Ferran

Es probable que el nombre de Zúrich produzca en el equipo de la señora Ada Colau algún que otro sarpullido. Ya saben, en Zúrich, además de grandes aseguradoras, las entidades financieras y los bancos tienen preeminencia en las noticias, la literatura y el paisaje urbano. La imagen de la ciudad suiza viene condicionada no solo por su bello entorno natural sino también por su dinamismo económico al servicio del capital. No quisiera ser mal pensado pero estoy convencido que, en más de una mente dogmática, el nombre de la ciudad helvética es sinónimo de dinero negro, explotación y mil cosas más y eso afecta al subconsciente reptiliano. Los centinelas de la fe quizás ignoran que viejos revolucionarios del siglo pasado hallaron refugio en esa ciudad para recuperar fuerzas y prender la mecha de su revolución.


Pero el Zúrich que nos ocupa hoy no es el centroeuropeo sino el bar barcelonés y, por extensión, el de todos los establecimientos de restauración con terrazas en la vía pública. Me explicaré. Parece como si el fundamentalismo colauiano pretendiera meter a los ciudadanos en catacumbas sin aireación. No contento con negar el uso del espacio público para determinadas actividades -caso de las pantallas gigantes para las finales de fútbol- ahora quieren cargarse el principal ámbito de interrelación y comunicación entre personas: las terrazas de los bares. ¡Fatal señora Colau! El equipo de gobierno municipal peca en una doble dirección. Por intervencionismo como en el caso de las terrazas; por absentismo ante el fenómeno del ‘top manta’ o la defensa del rol de la Guardia Urbana… En el ayuntamiento barcelonés no se recuerda una gestión política tan errática como la actual.


En una ciudad mediterránea y densa, como Barcelona, el papel del espacio público al aire libre es vital para las relaciones humanas y la convivencia. Actuar sin contemplar los efectos colaterales de las improvisaciones políticas tiene consecuencias económicas y sociales. Gobernar bajo criterios y esquemas mentales rígidos es poco recomendable.

Lo dicho: el Zúrich y sus mesas plateadas han estado ahí desde siempre; dan vida, color y empleo a mucha gente. Pagan impuestos y son el reflejo de una urbe cosmopolita. 


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