martes, 21 de mayo de 2024 04:05
Opinión

EL SEVILLA SOLO JUEGA AL FÚTBOL

Manuel Fernando González Iglesias
Manuel Fernando González Iglesias

A Coruña, 1952

Este equipo, al que no entrena un entrenador que huele a colonia cara como Guardiola, pero que arenga a los suyos como nadie en los descansos, y que está integrado por jugadores que los ficha cada año un genio llamado Monchi, que luego los revende al año siguiente, a precio de platino, es con todos los derechos un grande entre los grandes equipos del mundo del fútbol.


La victoria en Basilea, adornada por su precioso himno "el Arrebato", es un canto a la excelencia deportiva, que solo está al alcance de presupuestos multimillonarios que, como se demostró en el campo, se hunden en la mediocridad cuando jugadores no "tan mediáticos" deciden ganar un partido y crear una leyenda.


Después de haber vendido, una temporada más, a todas sus figuras para que las cuentas cuadrasen, el funcionario Ramón Rodríguez Verdejo "Monchi", buscó en el mercado otros diez fichajes imposibles que llevasen al Sevilla de nuevo a la gloria. Por el Sánchez Pizjúan asomaron, tras el final de liga, futbolistas de las más distintas procedencias que nunca habían jugado juntos, pero que todos sabíamos que de la mano de un entrenador testarudo y exigente como es Unai Emery acabarían entendiéndose y formando un bloque ganador. Así ha sido y el poderoso Liverpool ha tenido que reconocer que la Europe League tiene también "un color especial".


El próximo domingo los sevillanos jugarán otra final, sin apenas tiempo para recuperarse, ante un Barça inmerso en otra polémica extradeportiva que, ésta vez, no ha creado el equipo catalán, pero a la que se ha sumado inmediatamente con pasión, porque la política se ha metido en sus entrañas y ya no puede vivir sin ella. Para el Sevilla será solo un partido de fútbol, que quiere ganar porque es la final de la Copa del Rey, la segunda gran competición del fútbol español. Pondrá con toda su afición toda su alma en el juego, porque este gran club solo juega al fútbol y sobre todo, no tiene intereses extradeportivos que defender, ni enemigos misteriosos en el horizonte.


Sus jugadores escucharán el himno de España en silencio, y sus seguidores lo tararearán con entusiasmo con la letra de siempre que conoce todo el mundo. Luego se pondrán a jugar y a animar con la moral por las nubes. Y aunque Emery y los suyos estén muy rendidos por la final de Basilea, también le pondrán la victoria a los azulgranas, tan difícil como puedan. Si ganan, se irán pegando botes a casa, y si pierden, nadie les quitará la gloria de haber puesto una pica en el Sant Jakob Park y letras de oro en la historia del fútbol europeo. Mucho más de media España futbolera estará con ellos, incluidos culés irredentos como el que escribe. Se lo merecen…

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