miércoles, 24 de abril de 2024 05:45
Editorial

LAS BICICLETAS TAMBIÉN MATAN

Manuel Fernando González Iglesias
Manuel Fernando González Iglesias

A Coruña, 1952

Acaba de fallecer la señora que el pasado 27 de Abril fue atropellada por un ciclista en la confluencia del barcelonés Paseo de Gracia con la calle Córcega. Y aunque todo el mundo, incluida la familia, da por hecho que ha sido un desgraciado accidente y que el ciclista atendió a su víctima, a mí se me ocurre que, viendo lo que pasa en la calle en la que trabajo, se puede y se debe escribir algo, sobre un tema, al que los consistorios de todos los colores ideológicos, no acaban de encontrarle solución.


Para comenzar, les pongo el ejemplo que más conozco en el municipio que ahora gobierna Ada Colau: Ronda Universidad esquina Balmes, o sea, centro de Barcelona y lugar emblemático por el que pasean miles de personas y circulan también miles de vehículos de todo tipo. Las aceras están hechas un completo desastre de tantos agujeros que ha permitido y permite horadar el Ayuntamiento, en ese pavimento de vergüenza ajena, los transeúntes de más edad tropiezan continuamente y se caen. Si esto fuera América los bufetes de abogados se hubieran puesto las botas en pleitos contra el consistorio. Por si fuera poco, el estado del suelo por el que solo debieran circular los peatones, en la mayor parte de la acera, desde Balmes a Plaza de Catalunya aparcan decenas de moto sin limitación de ningún tipo. En los pocos claros que quedan, se sitúan las terrazas de los bares, de tal forma que, vecinos y transeúntes disponen de un pasillo de poco más de un metro. Y precisamente, en ese exiguo espacio aparecen también los ciclistas que te pillan, sí o sí, cuando abandonas tu portal despistado y sin esperarles, sobre todo si vienen en dirección contraria al paso de los coches. Has de asomar la cabeza para mirar antes de dar un paso adelante como si la acera fuera un campo de batalla. Como se te ocurra decirles algo o te sacuden o te dicen de todo menos bonito. Por supuesto, la Guardia Urbana no está, ya que los azules solo aparecen para los controles/multas con los que reciben a los coches y motos que bajan por la calle Balmes y se dirigen a la confluencia con Pelai. Solo medio dormidos a las ocho de la mañana. Los agentes necesitan un par de horas para ponerse las botas y agotar sus blocs de trabajo. Del resto de cosas, ni se ocupan, ni nadie les dice que lo hagan. Con semejante panorama, Barcelona visto desde esta atalaya urbana, se parece más a Sarajevo en plena guerra de los Balcanes que a Amsterdam, donde los ciclistas son "los putos amos" de sus calles.


Y claro, a los que ya tenemos una edad y no tenemos la agilidad de los jóvenes, pero a los que nos cobran los impuestos como si tuviéramos veinte años, no nos gusta que nos atropellen y además proclamamos nuestra particular utopía de que a la gente no se la ha educado para que por la aceras vayan los ciclistas, sino las señoras con sus carros, los niños con sus papás, los ancianos con sus bastones, los trabajadores con sus gestiones del día a día y no Giacomo Nizzolo, que acaba de ganar el Giro. Eso sigue siendo un hecho antinatural, por mucho que los políticos traten de convencernos de todo lo contrario para ganarse los votos de los fanáticos de las dos ruedas.


A mi cuando era un chófer inexperto me enseñaron a guardar la distancia en carretera con los ciclistas. Y, a día de hoy, mis hijos me llaman tortuga, porque este mandamiento lo respeto a rajatabla aunque me trague más de una cola indebida. Me paso de prudente, porque me sublevan aquellos conductores que borrachos o locos matan a ciclistas indefensos y después se dan a la fuga. Un hecho, a mi entender, penado benignamente y que debiera causar un gran rechazo social y un severo proceso reeducativo para los causantes de tanto sufrimiento innecesario. Dicho lo cual, queda también pendiente y por la vía de urgencia, que se le exija al estado que construye las carreteras habilitando un vial para los conductores de dos ruedas con las debidas protecciones que ello requiere, algo que en pleno siglo XXI sigue siendo un avance galáctico, cuando ya debería existir hace mucho tiempo por norma y por lógica.


¿Y en la ciudad? Primero los peatones, luego los peatones y a continuación... una civilizada convivencia entre ciclistas, motos, transporte público y coches que, de momento conviven a su particular criterio, con algún que otro parche mediático de los carriles bici, carriles bus, carriles taxi y poco más que se han "improvisado desordenadamente" los municipios democráticos.


Así no podemos seguir, y quienes nos gobiernan, no pueden delegar en el sano juicio de los contribuyentes la responsabilidad que solo les compete a ellos. No pagamos impuestos para que las soluciones las pongamos los ciudadanos. Por eso, cabe exigir a quienes dirigen el cartapacio municipal que se pongan a trabajar y por lo menos impongan una norma que respetemos todos y que evite los accidentes urbanos especialmente entre bicicletas y peatones. Al menos, eso...

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