miércoles, 24 de abril de 2024 16:58
Opinión

LA POLÍTICA COMO FUNCIÓN CONTINUA

Miquel Escudero
Miquel Escudero

Hannah

Hannah Arendt


Es fundamental trabajar con eficacia para la regeneración de una sociedad, una vieja tarea ‘nueva’; hay que enfocar para ello, con resolución, las necesidades de todos los componentes de una sociedad. Y atendiendo las más perentorias para que puedan llevar una vida humana y razonable. 


Es la misión más digna de la actividad política. ¿Por qué martillear los discursos con la idea fuerza de nueva política, si ésta siempre es vieja? Recuerdo que en los años setenta estaba de moda la ‘matemática moderna’ de conjuntos. Morris Kline, matemático norteamericano, escribió entonces un libro que tuvo mucha difusión y cuya versión española se titulaba El fracaso de la matemática moderna (¿Por qué Juanito no sabe sumar?). Huelgan comentarios, evitemos ser lerdos. Lo nuevo siempre deja de serlo algún día, caduca su garantía.


Hace más de seis decenios que Hannah Arendt escribió unas reflexiones políticas que ahora acaban de ser reeditadas. Hay que contar con ellas para lo mejor. Me refiero a Entre el pasado y el futuro (Península). Transitemos por esas páginas que son valiosas por sí mismas, una cualidad que no expira. Denuncia Hannah la mentira organizada, que busca destruir lo que previamente ya se ha decidido, porque molesta. La verdad es odiada por los tiranos, pues temen la competencia de una fuerza que no pueden monopolizar; la verdad reclama asentimiento, esta es su ‘coacción’. 


No habían pasado diez años del fin de la Segunda Guerra Mundial cuando escribía que “en la actualidad, la desaparición del sentido común es el signo más claro de la crisis de hoy”. Es el signo de cualquier tiempo: el combate por la razón, la sensatez y la decencia social. La pensadora alemana analizaba algunas consecuencias de que el miedo al infierno hubiese desaparecido de la vida pública. 


No era nostalgia, sino contar con su influencia persuasiva en el funcionamiento de la conciencia. Los griegos, decía, aprendieron a comprender y a mirar desde la posición del otro, “a ver lo mismo bajo aspectos muy distintos y, a menudo, opuestos”. Y esta es una conquista básica: imaginación y empatía. 


Hannah Arendt hablaba de la objetividad como de “esta curiosa pasión, desconocida fuera de la civilización occidental, por la integridad intelectual a cualquier precio. Sin ella jamás habría nacido ninguna ciencia”. 


¿Pero, sabemos valorar hoy el rigor y la objetividad de lo que se dice? 

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