UN EDIFICIO EN RUINAS

Nadie ha escrito una línea sobre la situación de las finanzas del PSC, que al igual que Convergència o la extraparlamentaria Uniò, atraviesa por momentos muy duros, en los que se comienza por vender las sedes y se acaba haciendo una derrama entre los militantes, sobre todo si viven a cuenta del partido o son cargos públicos. Procedimiento que no lleva más que a la ruina absoluta y al desaliento, en un país muy proclive al gratis total y a la protección del Estado.

El PSC, que se asoma a su decimotercer Congreso, ha vuelto a su lugar de origen, o sea, al Palacio de Congresos de Montjuïc. ¿Por añoranza? Digamos mejor que por costes. Hay que ahorrar dinero y, sobre todo, guardar bajo siete llaves el secreto mejor guardado. ¿Cómo se ha podido llegar a esta situación financiera tan precaria? ¿Quiénes son los responsables? Silencio absoluto y sobre todo, callada por respuesta, para que nadie piense que los gestores socialistas catalanes, que mandan todavía en importantes ayuntamientos, no saben cómo llevar las finanzas de su propio partido y lo han conducido al desastre. Eso, sería letal.

Por lo demás, el día en que Rajoy nombraba un Gobierno de amigos --¿es que alguien esperaba otra cosa?-- en las redacciones hemos sabido que ningún dirigente socialista español acompañará a sus fraternales compañeros del PSC de Catalunya en la inauguración o en la clausura de su Congreso. Y lo que es más delirante: ambas ejecutivas están de acuerdo. Eso sí, se anuncia que varios de los que votaron ‘NO’ en el Congreso, desobedeciendo el mandato del Comité Federal del PSOE, aparecerán por Barcelona y se sumarán al "aquelarre contra el ‘NO’" que ha organizado el primer secretario Miquel Iceta. Todo un gesto de buena voluntad a la mayoría del socialismo español. En este show solo nos falta que Pedro Sánchez se marque unos pasos con su amigo Miquel Iceta.

Me dicen que lo de la ejecutiva va bien, que ya hay acuerdo. Lo cual me suena a cuento de la lechera, o si lo prefieren Vds., a aquello tan bonito que se decía en tiempos de Felipe González y Joan Raventós sobre "los fraternales lazos" que unían al PSOE y al PSC, cuando la formación catalana se presentaba a las generales bajo las siglas PSC (PSC-PSOE) que tantos votos recogían, sobre todo del electorado femenino, al que volvía loco la figura del político sevillano. Por aquel entonces, recuerdo yo, se celebraban con sonrisas cómplices incluso los sarcasmos de Alfonso Guerra. ¡Qué tiempos aquellos!

Ahora la cosa pinta diferente y de lo que se trata no es de salvar al soldado Ryan disfrazado de Iceta, sino de evitar el derrumbe del edificio en ruinas que es el PSC, empresa harto difícil, recogiendo del Valle de los Reyes a momias como "el rojo" Sabaté, intentando la renovación.

Me duele decirlo, pero por mucho Congreso que se celebre, esto pinta a inmersión sumisa tipo Collboni en el nuevo partido de la Colau, soberanista y ‘cupero’, aunque los asesores de la alcaldesa no quieran todavía reconocerlo. Lo siento por los socialistas españoles, pero van a tener que abrir sede de nuevo en Catalunya y buscarse la vida electoralmente, en el peor momento de su centenaria historia, porque este PSC, diga lo que diga su primer secretario con la boca pequeña, lo que busca es la ruptura, y si se la dan hecha echándolos de Ferraz... mejor que mejor, porque así recogerán, piensan ellos, réditos electorales inmediatos. Idea que les ha metido en la cabeza algún "genio" de la familia independentista para acabar de hundirle en la más triste insignificancia política. En fin, que en el tema del PSC, como habrán notado ya, no soy lo que se dice muy optimista. Ojalá me equivoque...