jueves, 18 de abril de 2024 22:02
Editorial

EL LÍO DE LAS HERENCIAS

Manuel Fernando González Iglesias
Manuel Fernando González Iglesias

A Coruña, 1952

Testamento


Euskadi, de la que tanto hemos hablado en un pasado muy reciente los medios de comunicación españoles, algunos, muy a nuestro pesar, ha vuelto a despertar nuestro interés por un tema que a muchos ciudadanos nos preocupa: las herencias. El planteamiento de que legalmente unos padres puedan desheredar a un hijo o a varios abre un melón que la sociedad mantenía en secreto, porque es lo suficientemente doloroso y vergonzante, como para que las familias no quieran hablar de ello porque, muchas veces, no sabían cómo afrontarlo.


En los últimos años el maltrato de los hijos a sus mayores se ha mantenido oculto hasta que las estadísticas y las denuncias han puesto encima de la mesa un hecho tan lamentable como relevante. También la soledad y el abandono de los ancianos por parte de los hijos ha tenido un amparo social, ya difícilmente ocultable. Hoy, las residencias de pago o con protección oficial rebosan de personas mayores, no como guarderías en las que el anciano va unas horas a jugar la partida y entretenerse y su familia le recoge por la tarde, sino como destino anticipado y permanente de unos padres que ocupan con inmenso respeto la figura del abuelo en la ‘casa petrucial’, sino la del trasto inútil, al que hay que dejar aparcado definitivamente, mientras sus deudos se reparten anticipadamente los beneficios de una herencia que ni se merecen ni debieran repartirse mientras alguno de sus padres viva.


Toca pues, ha dicho el Gobierno vasco, y yo le aplaudo de manera entusiasta, hacer posible que la ley otorgue a los padres el derecho a repartir su patrimonio como mejor les venga en gana, que para eso han trabajado tanto para llegar a conseguirlo y preservarlo. Y que al poder hacerlo en libertad, dejen a algún hijo, como se dice en mi tierra: "mirando a Pontevedra".


Hasta aquí hemos llegado porque, además, la crisis ha evidenciado, el cómo los abuelos con gran entereza han mantenido a los hijos y a los nietos con sus pensiones o, como algunos de ellos, han sido desahuciados de su vivienda de toda la vida por avalar ante los bancos la hipoteca de sus "pequeños", que luego no han podido pagar. Y así, hasta que nos cansemos de enumerar circunstancias adversas para quienes ahora, y por el momento, sólo en Euskadi, van a poder recuperar el mango de la sartén hereditaria en sus manos.


Y como quiera, además, que yo no creo que exista ningún padre o madre que desea dejar a su hijo sin nada que heredar, me parece muy buena, la idea vasca de poner en marcha esa ley que permita que los padres puedan disuadir a los hijos descastados de que sus malas obras tienen un coste y que, por decirlo alto y claro, el que las hace... las paga.


¿A que espera pues Rajoy para llamar al lendakari Urkullu e interesarse por el tema por el que ya han preguntado miles de españoles dispuestos incluso a cambiar de residencia?

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