jueves, 28 de marzo de 2024 18:14
Editorial

¿ME ESTARÉ VOLVIENDO LOCO?

Manuel Fernando González Iglesias
Manuel Fernando González Iglesias

A Coruña, 1952

Morella


Debo haber entrado ya en la fase final de mi propia existencia, ya que últimamente veo cosas extraordinarias. Fíjense si tengo razón que, ahora, me parece que la nieve que ha caído en las últimas horas y ha bloqueado la muy frecuentada autovía entre Valencia y Madrid, ha perjudicado más a mis compatriotas pobres, que a los que disfrutan de un mayor poder adquisitivo. Debe ser una alucinación gerontológica.


Exactamente la misma que, aun no he conseguido superar, desde que cuando el Ministro de la cosa energética, un genio que habitaba en la Moncloa al lado de Mariano Rajoy anunció que había subido la luz y que todos íbamos a pagar más, yo solo vi palmándola a legiones de jubilados, a miles mileuristas y subcontratados, a cientos de criaturas traídas desde Latinoamérica en compañía de sus indígenas padres, y por supuesto, a todo ser vivo que no sabe cómo llegar con algo en la despensa el último día de mes.


Estoy mal. El efecto Trump me ha absorbido el cerebro y me ha devuelto a las penurias de mi tierna infancia cuando Franco era el Generalísimo de un país fuera de Europa y había que "leer menos los periódicos franceses" y "no escuchar a Radio Pirenaica". Entonces, la luz, donde la hubiera, era solo un gran negocio para el Conde Fenosa y la nieva caía por culpa de la confabulación judeo-masónica que quería acabar con los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional.


Pasábamos un frío atroz, nos calentábamos con braseros llenos del carbón que muchas madres recogían pacientemente de las vías del tren y el recibo de la luz era de muy bajo coste porque el uso de las velas era el gran producto nacional, ya que entonces sí que había abejas, porque la lucecita de El Pardo que Emilio Romero nos decía que siempre permanecía encendida, velaba para que "los maquis" no destruyeran nuestras colmenas.


En la actualidad, cada día que pasa, los periodistas nos hemos empeñado en contar que ha habido un muerto, dos, o tres.... por culpa de las estufas de todo a un euro. Y así, entre los asesinatos por violencia de género y los fallecidos por pobreza energética, España se está despoblando a una velocidad casi sideral. Y al comprobarlo, en las páginas digitales de este diario, solo veo a los más pobres con estos padecimientos, como cuando era niño y me gustaban los pirulís de La Habana.


¿Me estaré volviendo loco?

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