Un frustrante Barça se lleva la semifinal

Qué barbaridad lo de ayer. Desde luego, es verdad eso que dicen de 'la suerte del campeón. Ya lo creo que la tuvo anoche el Barcelona. Increíble, para empezar, el ataque de entrenador que le dio a Luís Enrique, que le hizo poner al miserable André Gomes de pivote defensivo, teniendo a Mascherano en el banquillo, e incluso Busquets, si querías forzar más -y la cosa no estaba para escatimar-. 

Increíble la primera media hora del FC Barcelona anoche. Absolutamente vergonzosa, teniendo en cuenta que jugaban en casa. Y aunque jugaran fuera, la imagen fue de verse absolutamente desbordados, de achicar agua como locos, de no dar ni tres pases seguidos, de ver como, otra vez, el Barça no funciona.

Así, media hora larga, que Dios sabe cómo pasó sin goles. Dios o Cillessen, que no vean el chico lo que promete. Le sacó una a bocajarro a Carrasco de las grandes, e hizo tres o cuatro paradas más de mérito que sostuvieron a los azulgrana mientras Messi seguía en la inopia y Luís Suárez fingía en el suelo para intentar parar el choque.

Lo que pasa es que Messi suele volver de la inopia de vez en cuando. Es cosa de genios, no pretendan entenderlo. La cosa es que bajó de donde quiera que estuviera para tocar una pelota, chutar cruzado y obligar a Moyá a estirar el brazo, rechazando el balón que remató Suárez en el 43 para marcar el primer gol del partido. La suerte del campeón.

El inicio de la primera parte fue de lo mejor del Barça durante el partido. Cogieron confianza y el Atleti parecía alicaído, sentenciado. Y con el cambio de Aleix Vidal preparado por Sergi Roberto, que tenía amarilla, justo la jugada antes del cambio, el de Reus mide mal, entra tarde, y le echan. Vidal, a ponerse el chaquetón de nuevo. Y a sufrir otra vez, ahora con diez. A toda prisa, Busquets y Mascherano al campo.

Y se lía. Qué sería del fútbol sin los árbitros. Gol anulado a Griezmann en posición legal, Carrasco expulsado y luego echa a Luís Suárez. Gameiro falla un penalti riguroso y luego se resarce para empatar en el 83. Y a pedir la hora hasta el final del partido. Así no gusta, pero también vale. Es la suerte del campeón.