sábado, 20 de abril de 2024 00:18
Opinión

POLÍTICOS LIMPIOS Y CORDIALES

Miquel Escudero
Miquel Escudero

Landelino Lavilla


Landelino Lavilla es un ilustre jurista que con sólo 25 años de edad había ganado ya dos oposiciones: al Cuerpo de Censores Letrados del Tribunal de Cuentas y al Cuerpo de Letrados del Consejo de Estado. Fue ministro de Justicia con Adolfo Suárez, cargo que dejó para presidir en 1979 el Congreso de los Diputados. 


Acaba de publicar Una historia para compartir (Galaxia Gutenberg), un volumen donde refiere el período político que va de julio de 1976 a junio de 1977. Dice Landelino -así conocido, por su singular nombre de pila- que nunca tomaba notas de su agenda política y que hoy confía en la buena labor de historiadores profesionales para poner en su lugar a la Transición: generosa y limpia, firme y cordial


Se muestra 'expectante' "por la reaparición de rencores e irresponsabilidades en quienes, con desparpajo y sin fundamento reflexivo o con extemporáneos sentimientos vindicativos, parecen decididos a recorrer otra vez sendas de cuyo final guardamos una amarga memoria". Destaca la 'plena' dirección de Suárez en la labor de retornar España a los españoles y conseguir, de un modo ordenado y sistemático, las condiciones objetivas que asegurasen la estabilidad del sistema.


Revela esta confidencia del presidente: "me dijo que era muy consciente de sus carencias y limitaciones, pero que también era consciente --y lo afirmaba con suave firmeza y sin petulancia-- de sus cualidades y aptitudes políticas: Sé lo que hay que hacer y cómo hay que hacerlo". Cuenta Landelino que Adolfo no dejaba de considerar en sus análisis ninguna hipótesis, "por improbable que pudiera parecer". 


Siempre con destreza y decisión, guiado por un afán de tolerancia y de convivencia. Recalca que la amnistía de 1976 fue "prenda y garantía de una sincera voluntad de reconciliación entre todos los españoles". Landelino Lavilla reivindica el valor constante del centro frente al bipartidismo y la bipolarización; dos conceptos distintos, pues un sistema político que no esté dominado por dos partidos puede estar bipolarizado. 


En 1982, el autor encabezó las últimas listas electorales de UCD, formación que obtuvo sólo 11 escaños y que expiró al poco. No quiso pactar con AP, pero lo decisivo fue que no facilitase al Duque refundar el Centro a partir de UCD; el CDS apenas llegó a coger vuelo. Es una lástima que no atienda aquí este asunto que tuvo insospechada repercusión.

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