jueves, 18 de abril de 2024 20:59
Opinión

A PROPÓSITO DE LUTERO

Miquel Escudero
Miquel Escudero

Martin Lutero


Eleuterio es un nombre que proviene de la antigua Grecia y que viene a significar 'libre o liberado'. En España, nuestro Eleuterio más conocido hoy es Eleuterio Sánchez, el Lute, quien hace medio siglo fuera condenado a muerte y que aprendió a leer y escribir en la cárcel, licenciándose luego en Derecho. Este nombre clásico fue adoptado en el siglo XVI por Martin Luder. Así, queriendo que se le considerase 'liberado por Dios', el célebre fraile agustino alemán incorporó el término Eleutherius y escogió llamarse Martin Luther. Y en el mundo hispánico lo denominamos Martín Lutero.


Esta transformación ocurrió en otoño de 1517, tenía 34 años de edad y a los pocos días clavó en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg sus 95 tesis contra el comercio de las indulgencias plenarias; hará ahora medio milenio. Tres años después fue excomulgado. De su vida, su mundo y su palabra trata Thomas Kaufmann en su libro Martín Lutero (Trotta).


Kaufmann es catedrático de 'Historia de la Iglesia' en la Universidad de Gotinga. Refiere que Lutero vivía en un mundo estrecho, pero no en un mundo cerrado. Para él la Iglesia era "la comunidad de los que oyen la palabra de Dios y creen en ella". Tenía, no obstante, la muerte de Thomas Müntzer sobre su conciencia. Marcado profundamente por elementos apocalípticos, los 'enemigos' de Cristo lo eran también de su profeta Lutero. El reverso oscuro de su amor por Cristo era un odio desmedido; también dirigido hacia los judíos, a quienes calificó de 'raza de víboras' e 'hijos del demonio'. La suya era una pretensión de exclusiva verdad que tendía no ya a la beligerancia, sino a la ira y a un rotundo encono. ¿Dónde quedaba entonces que "el único y más alto consuelo del cristiano" fuese la certeza de que Dios quiere la salvación y la vida de sus criaturas, y que ha dicho esto de una vez para siempre?


Se rechazó la reforma desde dentro y se llegó a la ruptura. Hay que decir que los príncipes alemanes facilitaron el cisma, la operación de desplazar a Roma del centro del sistema de la cristiandad. El pintor Durero creía que en ocasiones cabe guardar silencio y estar sin ruidos. A este respecto, podemos considerar unas palabras bellas y misteriosas del poeta José Corredor-Matheos: "¿Pero no será éste el último destino de todas tus palabras: hallar en el silencio su total cumplimiento?"

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