viernes, 29 de marzo de 2024 00:07
Opinión

EUROPA, EN MARCHE...!

Luis Moreno
Luis Moreno

Profesor de investigación del CSIC en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos

EmmanuelMacron


La victoria de Emmanuel Macron en las presidenciales francesas ha sido neta e inapelable. Poco más de una cuarta parte de los electores con derecho al voto no han querido participar, muchos de ellos siguiendo la consigna de la izquierda "insumisa" de Jean-Luc Mélenchon. El porcentaje de abstención ha sido el mayor de las últimas décadas. Pero casi dos terceras partes de los votos han ido a Macron. La lección de responsabilidad republicana ofrecida por la mayoría de los electores franceses es un ejemplo para el resto los pueblos del Viejo Continente. Refuerza, más que nunca, la convicción ciudadana en la fortaleza de las tres vigas maestras de la civilización moderna europea: "Libertè, egalitè, fraternitè".


Hace apenas tres meses Macron era casi desconocido allende las fronteras galas. Para las páginas de este diario digital preparé entonces un artículo de opinión, cuyo título sintetizaba el propósito del mismo: "Macron, esperanza blanca". Se aludía con tal expresión a una situación que muchos consideran anómala o indeseable, esperando que alguien pudiera superarla con una actuación inteligente, fulminante y contundente.


La aparición de un "outsider" ganador se ha hecho realidad con la victoria de Macron. Pero lo que se ha convalidado es el deseo generalizado de los franceses por evitar el antieuropeísmo xenófobo y parafascista de su contrincante, la derrotada Marine Le Pen. Y eso son grandes noticias para Europa y su proyecto de unificación.


Frente a los negros presagios y los reveses para la unidad continental articulado por un populismo nacionalista que parecía imparable, hoy los europeístas nos congratulamos con la victoria de Macron. Él es un estandarte de la rebelión contra el pesimismo y la revitalización de nuestras creencias y valores continentales. Y es la reacción, sobre todo y ante otras consideraciones, contra todos aquellos que pretenden hacer naufragar al proyecto político de la Europeización.


El abandono de la Unión Europea auspiciado por los conservadores que añoran el Imperio Británico, apenas disimula la lucha inmisericorde de una líder menor. Theresa May pretende conservar el poder del gobierno retomando los votos prestados al episódico UKIP de Nigel Farage y lacerando la desorientación del Partido Laborista y su contestado jefe de filas, Jeremy Corbyn. Se dirá que en el duro oficio de la política, todo (casi) vale con el finalidad de acceder al poder del gobierno y conservarlo. Es esta una guía de actuación que han intensificado en los últimos tiempos --y con distinta fortuna-- los partidos "tradicionales" y sus dirigentes de derecha e izquierda. Pero tal conducta de vuelo bajo es solo funcional cuando la pugna por el poder se concentra en el empequeñecido entramado institucional del moderno estado-nación. Ahora lo que se dirime es otra cosa.


La construcción política de Europa es fatiga de amplio y largo recorrido. Deben superarse seculares reticencias y hasta odios anidados en el imaginario de los distintos pueblos europeos. La división ideológica no es tanto respecto al asunto táctico del cortoplacismo por las poltronas institucionales. Es sobre la visión estratégica por la Europeización en un plazo más dilatado de tiempo.


Sin solución de continuidad, y muy a corto plazo, se proseguirá la confrontación electoral de las distintas formaciones políticas francesas. No será baladí el resultado resultante de las elecciones legislativas del 11 y 18 de junio. Las luchas se recrudecerán entre los distintos candidatos del viejo sistema de partidos, y se indagarán alianzas con los candidatos inéditos de la plataforma de Macron. Las propias huestes de la derrotada Le Pen confían en obtener una visible representación parlamentaria.


Pero el 8 de mayo es el día de la Victoria en Europa. Recuérdese que un día como hoy en 1945, el mariscal alemán Wilhelm Keitel firmó la rendición incondicional de la Wehrmacht nazi. Una feliz celebración en el calendario francés y europeo que hace coincidir en una misma fecha el triunfo del europeísmo activo y positivo de Macron con la derrota del totalitarismo personificado en Hitler. Un totalitarismo que contó en Francia con la colaboración del régimen de Vichy (1940-44) tan añorado por no pocos votantes de Le Pen.


Frente a los intentos hegemónicos anglo-norteamericanos, Macron está cargado de razón cuando sostiene que en los tiempos que corren la única soberanía posible es la europea: "Es la única alternativa para hacer frente a incertidumbres globales, los desafíos climáticos y las amenazas terroristas". Europa necesita del pulso vigoroso de Francia y Alemania. Macron es partidario de un acuerdo estable con Alemania. Su valentía para proponer un eje franco-alemán se fundamente en la convicción de que los dos países poco pueden hacer por libre e individualmente: "Es necesario que Francia asuma sus responsabilidades sobre el plan económico y presupuestario y acometa las reformas debidas. Después, Alemania debe acompañarnos con más inversiones y un relanzamiento de la zona euro".


Con su espléndida puesta en escena, Macron es exponente de la pasión por el conocimiento y la innovación característica de la civilización europea. Es ello un recurso importante para apuntalar una unión política respetuosa con el impulso creador y vital continental (élan vital).Tal empuje debe ser concordante con nuestro modelo socioeconómico y de Estado de Bienestar y, en especial, con el despliegue de un futuro productivo basado en la sostenibilidad y la creación de valor añadido. Al margen de consideraciones coyunturales, la Europa social necesita de una visión que domeñe la capacidad inhibidora de los nacionalismos estatalistas y sus visiones particularistas frente al interés común europeo.


Tras el frenazo al antieuropeísmo de Geert Wilders el pasado 15 de marzo en las elecciones holandesas, uno de los dos países centrales de Europa ha ganado el segundo ‘match-point’ planteado por los enemigos de la Europa política. Ha sido en la propia patria de los padres europeos, Robert Schumann y Jean Monnet. Confiemos que la gran cita electoral alemana del próximo 24 de septiembre complete la aspiración de conseguir una “una unión sin cesar más estrecha entre los países europeos”. Europa, en marche...!


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