martes, 19 de marzo de 2024 04:55
Opinión

LO QUE NOS CUESTAN LOS BANCOS

Luis Moreno
Luis Moreno

Profesor de investigación del CSIC en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos

Burbujainmobiliariaedificioconstruccion


Hace unos días, el Banco de España ha hecho público su Informe sobre la crisis financiera y bancaria en España: 2008-2014. El documento es una fuente importante de información y explicación de lo que pasó con las finanzas españoles tras los años de ‘vino y rosas’ finalizados abruptamente con la crisis desatada en EEUU el 15 de septiembre de 2008. Se anunció en aquella fecha la bancarrota de Lehman Brothers, la venta de Merryll Lynch al Bank of America y el desplome del gigante de los seguros, American International Group. Fue el comienzo ‘oficial’ de lo que después se ha calificado como la ‘crisis interminable’ o la Gran Recensión.


Parece más razonable retrotraer el inicio de la crisis estadounidense (y mundial) al martes ‘negro’ de 27 de febrero de 2007, tras la quiebra de las hipotecas subprime estadounidenses y la fuerte caída de la bolsa de Nueva York. A fines de 2011, el Tesoro estadounidense había inyectado dinero público que se aproximó a la cifra de 200.000 millones de dólares para cubrir los créditos más que dudosos de las hipotecarias semipúblicas Fannie Mae y Freddie Mac, las cuales poseían o garantizaron la mitad de las hipotecas emitidas en EEUU antes de la recesión y más del 90% de las suscritas posteriormente. En el Reino Unido, el Tesoro británico, como consecuencia del crack de 2007, inyectó la cantidad de 300 millardos de libras esterlinas como capitales y garantías de rescate bancario, equivalentes en 2012 a toda la deuda soberana de la vilipendiada Grecia.


Recuérdese que por aquel entonces, la norteamericana comisión de valores SEC (US Securities and Exchange Commission) concluyó que los directivos de las dos grandes hipotecarias, Fannie Mae y Freddie Mac, habían engañado a los inversores al no informarles de los riesgos que estaban asumiendo con las subprime e hipotecas basura, iniciadoras de la devastadora crisis financiera posterior.


En España, el rescate para soslayar nuestra castiza quiebra financiera se produjo con la autorización de la Unión Europea al endeudamiento con dinero público español para hacer disponible una línea de crédito de 100.000 millones de euros. Así, pudo solventarse una situación en la que los bancos y cajas de ahorros se habían endeudado desaforadamente para comprar activos inmobiliarios, y habían buscado en el exterior recursos crediticios extra para prestar a los insolventes del ‘pelotazo del ladrillo’.


Hoy se acepta como una verdad incontestable que el dinero avalado por los contribuyentes españoles salvó aquella situación de emergencia, y hasta pánico, del sector bancario y del conjunto del sistema económico español. Pero los dineros que entonces se prestaron no se han devuelto. Buena parte de ellos se han perdido irremisiblemente. Se estima en 65.000 los millones de euros que se han volatilizado en la operación de rescate. Es una cantidad equivalente a la mitad de los que nos gastamos durante todo un año para el pago de todas las pensiones contributivas y no contributivas de nuestros 8,5 millones de pensionistas.

Pero los dineros que entonces se prestaron no se han devuelto. Buena parte de ellos se han perdido irremisiblemente. 


Afortunadamente, y gracias a las declaraciones en septiembre de 2012 de ‘Super Mario Draghi’, como se le conoce en algunos mentideros bancarios y políticos continentales al gobernador del Banco Central Europeo, las especulaciones de los capitales para destruir al euro y quebrar las economías más débiles europeas, entre ellas la española, fueron un bálsamo milagroso. Anunció Draghi entonces un cambio histórico en la política monetaria europea al declarar solemnemente que el euro era un objetivo estratégico que debía ser preservado por encima de cualquier otra consideración. Quiso significar, en otras palabras, que estaría dispuesto a poner en funcionamiento ilimitadamente la ‘maquina de imprimir dinero’, dando un golpe de autoridad ante los capitales peregrinos con sedes en las principales plazas de la Anglobalización: City londinense y Wall St. neoyorquino.


Detrás de los sofisticados métodos de inversión financiera está la pulsión del capitalismo. Sin embargo, es verdad de Perogrullo que el común de la gente lo confunde a menudo con el instrumento del mercado. Como muy acertadamente asevera el economista Juan Torres, la competencia y la eficacia en la generación de riqueza son y deben ser perfectamente compatibles con la solidaridad, con el bienestar colectivo e incluso con la cooperación. Buena parte de las izquierdas, y de la representación de las clases trabajadoras han tenido históricamente una evidente confusión sobre la realidad que hay detrás del capitalismo: "… han creído con demasiada frecuencia que los ingresos y la riqueza son una especie de don o que el progreso y lo revolucionario consiste en creer que todo es gratis".

Como muy acertadamente asevera el economista Juan Torres, la competencia y la eficacia en la generación de riqueza son y deben ser perfectamente compatibles con la solidaridad, con el bienestar colectivo e incluso con la cooperación 


No hay mal que por bien no venga, ni consuelo para quien lo necesite, rezan los adagios populares. Mi ahijado Javier, conocedor del mundo de las auditorias y del asesoramiento financiero, me asegura que la ‘cultura del pelotazo’ en España, sobre todo en el sector de la construcción que fue principal responsable de la ‘burbuja’ previa a la crisis de 2007-08, ha sido en buena medida domeñada por un mayor nivel de autodisciplina corporativa. Me asegura que hoy en día las empresas aún siguen endeudadas pero que los bancos se cuidan mucho en exigir más credibilidad a la hora de prestarlas con proyectos que no tengan recursos al menos de un 20% de ‘equity’ (capitalización propia). Habrá que confirmarlo en el futuro más próximo, ahora que hemos vuelto a los niveles de funcionamiento económico previos al crack de 2007-08.


En aquellos días de ‘vino y rosas’ fueron demasiadas las operaciones infladas con el aire del crédito fácil. O si prefieren ustedes, en línea con mi proclividad refranera, se actuaba como si ‘los perros se atasen con longaniza’, en alusión al idiosincrático deseo ibérico por derrochar aquello que no se posee. Entre tanto, el equivalente al dinero público que cuesta aproximadamente mantener anualmente nuestro estupendo Sistema Nacional de Salud, se volatilizó con el rescate bancario. Dineros, en suma, que no volverán…


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