Nacido en 1928, el teólogo suizo Hans Küng fue perito del Concilio Vaticano II, al igual que su compañero de estudios Joseph Ratzinger. Con Karol Wojtyla en el papado, a Küng, hombre de gran talento intelectual, se le retiró la licencia eclesiástica de enseñanza. En su último libro, 'Siete papas' (ed. Trotta), analiza a los últimos papas desde 1939 y afirma que para él “el ideal nunca ha sido la conformidad con Roma, sino el dar la cara, resistir y mantenerme firme de forma abierta e intrépida en la lucha por la libertad y la verdad en la Iglesia católica y en el ecumenismo”. Es favorable, en particular, a eliminar el celibato como requisito para el sacerdocio, ministerio que abriría a las mujeres.
De Pío XII remarca un estilo autoritario, pero declara que “es falso que no hiciera nada por los judíos o que fuera antisemita”, aunque no fuera lo suficiente en aquella hora histórica. De Juan XXIII subraya lo que todo el mundo: su trato espontáneo, amable y sencillo. Una fuerza cautivadora falta de dotes de mando. El primer papa desde la unificación de Italia que se mantuvo completamente al margen de la política interior y de todos los partidos. Nuevas maneras y métodos, convocó el Concilio Vaticano.
Pablo VI, papa de contradicciones y propenso a la pusilanimidad, dejó perder una oportunidad histórica para reformar la curia. En cuanto al breve y amable Juan Pablo I, escribe que a pesar de creer a los curiales capaces de mucho, no los ve tanto como para asesinar a un papa.
A Juan Pablo II, quien nunca quiso recibirlo, lo acusa de reasumir una política inquisitorial y reaccionaria en el interior de la Iglesia, pero progresista en lo social. Carismático y comunicador, canonizó a más del doble de personas que en los últimos cuatro siglos.
Benedicto XVI le sorprendió, lo recibió en un ambiente extremadamente agradable, rápido en captar la ideas de los demás y en formular las suyas propias. Capaz de reír de forma espontánea en adecuadas ocasiones. Küng declara gratitud por todo eso, sin que sea óbice para no callar. Deplora las complicidades y silencios de los obispos.
Por último, ve a Francisco con esperanza, irradia misericordia, sensibilidad pastoral y sencillez en sus gestos y su lenguaje. Hans Küng entiende que las reformas que urgen no se pueden llevar a cabo de la noche a la mañana por un solo hombre. La vida sigue igual y, por ahora, también en el Vaticano.
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