martes, 19 de marzo de 2024 07:09
Opinión

SOMBRERO DE TRES PICOS

Miquel Escudero
Miquel Escudero


La Real Academia Española ha tenido la feliz idea de lanzar una ‘Biblioteca Clásica’. Está compuesta por 111 obras; un curioso redondeo capicúa. Acabo de leer una de ellas: El sombrero de tres picos (Espasa-Círculo de Lectores), de Pedro Antonio de Alarcón. Apareció en 1874, un año que finalizó con el pronunciamiento del general Martínez Campos, quien remató a la Primera República Española, que estaba a punto de cumplir los dos años de edad. Se dio así el primer paso a la Restauración que dirigiría Antonio Cánovas del Castillo. (1833-1891).


Esta edición de Eva M. Florensa, como todas las que forman esta biblioteca, está impecablemente trabajada: en la documentación que se adjunta, en la introducción y en las notas, y hay un exquisito cuidado de su formato. ¿Qué interés guarda este libro? Se trata de un legendario relato, a partir del cual Manuel de Falla compuso un ballet (estrenado en Londres, en 1919 y con figurines de Picasso) y dos suites orquestales. Alarcón, abogado granadino, fue uno de los novelistas españoles más famosos del siglo XIX. Confeccionó un cuadro de costumbres que abarca 24 horas de 1805, cuando reinaba Carlos IV, “por la gracia de Dios, según las monedas, y por olvido o gracia especial de Bonaparte, según los boletines franceses”. 


Se presenta a los españoles viviendo apegados a sus rancias costumbres, “con su Inquisición y con sus frailes, con su pintoresca desigualdad ante la ley, con sus privilegios, fueros y exenciones personales, con su carencia de toda libertad municipal o política, gobernados simultáneamente por insignes obispos y poderosos corregidores”. El marido de la molinera, Lucas, “más feo que Picio”, tenía “valor, lealtad, honradez, sentido común, deseo de saber y conocimientos instintivos o empíricos de muchas cosas, profundo desdén a los necios, cualquiera que fuese su categoría social”. El salaz corregidor o delegado del rey acosa a la molinera. Se intercambian los papeles dos parejas desiguales.


El alcalde Juan López cuando trataba con sus inferiores “era la tiranía, la ferocidad y el orgullo personificados”, se dignaba a otras tareas, “después de despachar los asuntos oficiales y los de su labranza y de pegarle a su mujer la cotidiana paliza”. Aquellos tiempos vienen aquí simbolizados por una importación francesa, el sombrero de tres picos, denominado por lo general mediante el galicismo ‘tricornio’. 

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