“Quien siembra vientos recoge tempestades”, dice un refrán popular. Hace dos años, el entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas, con esa prepotencia adquirida hace ya unos cuantos años, decía que las empresas no marcharían de Catalunya. Sus predicciones de futuro han caído en el mar de los Sargazos, con las consecuencias que todos estamos viendo. Un desastre de político cuya soberbia y falta de sentido común ha llevado a Catalunya al borde de la quiebra, sin importarle las personas.
La marcha de Catalunya de las grandes empresas que se vienen realizando, como un goteo, es algo que hace tiempo venían anunciando. Ahora, los grandes bancos catalanes, ante la grave situación que está viviendo el país, y no sin antes hablar con los gobernantes catalanes, han decidió marcharse ante el conflicto que se avecina con el anuncio de una posible declaración de independencia por parte de la mitad de un Parlamento dividido.
¿Qué tienen que decir ahora Mas, Junqueras, Puigdemont y todo el elenco político sobre una situación que se está agravando cada día? Lo malo de la cuestión es que quien va a pagar las consecuencias es la ciudadanía, tanto la que confía en ellos como la que no y que ha sido excluida por sus gobernantes.
Si la sociedad catalana se ha fracturado en dos, es una división que se ha trasladado a los sindicatos, las patronales, las profesiones, los mossos d’esquadra y un largo etcétera.
Nunca es tarde y recomponer la situación política, social y económica debe ser la prioridad de todos los que tienen responsabilidades. Siempre hay tiempo, si se dejan los egos de lado, para buscar soluciones y arreglar el conflicto en el que nos han metido a todos. Hay que ponerse las pilas, dejar a un lado las diferencias y buscar las soluciones. Eso esperan las personas. ¿Será así? Esto es lo que quiere la mayoría, y que los autores de esta situación se vayan a sus casas y desaparezcan de la vida política.
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