Paco Sarasúa, un comunista no convencional
Paco asumió la responsabilidad de Hacienda en el marco del acuerdo entre PSOE y PCE y lo hizo lejos de sectarismo o partidismo, consciente de que la democracia necesitaba del papel de los ayuntamientos para consolidarse como modelo de convivencia.
Manuel Vallejo Benítez. Compañero del PCE y amigo personal de Paco Sarasúa
Conocí a Paco Sarasúa en 1978. Los dos formábamos parte del comité local de Gijón del PCE. Estábamos estrenando Democracia y el trabajo se acumulaba. Entre la primavera de 1978 y junio de 1979 vivimos el debate sobre la Constitución y su posterior referéndum, unas elecciones parciales al Senado en Asturias, elecciones generales a principios de 1979 y elecciones municipales en junio de ese mismo año.
Además eran momentos de gran agitación social (Pactos de la Moncloa). Se trataba de construir un sistema político nuevo y sobre todo un país mejor, más justo, con más derechos para toda la ciudadanía.
Muchas personas trabajamos en ese proceso, Paco Sarasúa fue una de ellas y lo hizo con generosidad y con eficacia. Concejal comunista en el primer ayuntamiento democrático de Gijón tras la caída del franquismo, Paco asumió la responsabilidad de Hacienda en el marco del acuerdo entre PSOE y PCE y lo hizo lejos de sectarismo o partidismo, consciente de que la democracia necesitaba del papel de los ayuntamientos para consolidarse como modelo de convivencia.
El papel de redistribución de la riqueza que desarrollaron los ayuntamientos democráticos fue tan potente que la inmensa mayoría de los alcaldes de 1979 alcanzaron mayorías absolutas en 1983.
Paco Sarasúa repitió como concejal en la lista del PCE y siguió desarrollando funciones de gobierno en un ayuntamiento ya con mayoría absoluta del PSOE.
Esos años transformaron Gijón y la vida de sus ciudadanos y ciudadanas. Fue un curso acelerado de práctica política democrática y Paco fue un alumno aventajado.
Nunca fue un militante convencional en un partido en el que convivía renovación y tradición, libre, sin convencionalismos, siempre te exigía pensar y analizar, salirse de lo trillado y explorar nuevas posibilidades.
Ejercer de secretario político, en la nomenclatura de entonces, con Paco era a veces un dolor de cabeza y siempre un acicate para pensar.
Paco transmitía la alegría de vivir, también en la forma de ejercer la militancia política, de practicar la amistad y ese es un regalo inmenso. Desde la primavera de 1978 hasta este otoño, un abrazo para siempre.
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