Ratko Mladic, culpable de genocidio, condenado a cadena perpetua

Un tribunal de crímenes de guerra de las Naciones Unidas ha condenado este miércoles 22 de noviembre a Ratko Mladic, ex general y líder del ejército serbobosnio, por crímenes de guerra, genocidio y crímenes de lesa humanidad en la matanza de musulmanes bosnios durante la desintegración de Yugoslavia (la guerra de Bosnia, entre 1992 y 1995).

Entre 1992 y 1995, el tribunal dictaminó que Mladic, de 75 años de edad, era el principal organizador militar de la campaña para expulsar a musulmanes, croatas y otros no serbios de sus tierras y obtener un nuevo estatuto homogéneo para los serbios bosnios.

Junto con Radovan Karadzic -el presidente serbobosnio que fue condenado por cargos similares el año pasado-- se descubrió que el Mladic había orquestado una campaña de supuesta limpieza étnica que convirtió a la pequeña nación de Bosnia y Herzegovina, con sus 4,5 millones de habitantes, en el lugar donde se produjeron algunas de las peores atrocidades del siglo XX en Europa.

El año más mortífero de la campaña fue 1992, cuando murieron 45.000 personas, en sus hogares, en suss calles o en campos de concentración.

Otros murieron en el asedio de Sarajevo -la capital bosnia- durante casi cuatro años, donde los francotiradores y los bombardeos aterrorizaron a los residentes durante, y en las ejecuciones masivas de 8.000 hombres y niños musulmanes después de que las fuerzas de Mladic invadieran el enclave de Srebrenica, protegido por las Naciones Unidas.

Los supervivientes llamaron a Mladic el carnicero de Bosnia.

Sus abogados defensores argumentaron que el Sr. Mladic seguía en gran medida las órdenes de los políticos que estaban por encima de él, y que las atrocidades cometidas por sus subordinados y milicias no se cometieron bajo su dirección.

Los fiscales habían pedido cadena perpetua para Mladic. Una solicitud que el juez instructor Alphons Orie ha aceptado.

El veredicto ha resonado por todo el edificio judicial de La Haya, donde decenas de supervivientes del derramamiento de sangre, muchas de ellas viudas o refugiados, han llenado la galería pública, mientras que otros lo han seguido desde monitores instalados por el tribunal o lo han seguido a través de streaming en toda Europa.