Trump, el rey del mundo e Infantino, el rey del fútbol: un dúo muy especial

Se dice con demasiada frecuencia que las leyes, los estatutos, están para saltárselos —claro, no todo el mundo, sino quien puede hacerlo, una minoría de la élite. Los estatutos de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación), en su artículo 4, dicen claramente que: “La FIFA se declara neutral en materia de política y religión. Se contemplan excepciones en los casos que afecten a los objetivos estatutarios de la FIFA”. Además, en su código ético se contempla que sus miembros “tendrán la obligación de mantener una posición política neutral, conforme a los principios y los objetivos de la FIFA, las federaciones, las ligas y los clubes...”.

Todo eso explicado más arriba (hay más) debería ser importante para la persona que preside la institución mundial del fútbol, Gianni Infantino, un personaje que no tiene un pelo de tonto y entiende de negocios como nadie. De lo que no parece enterarse es del texto de los estatutos del organismo. Algo que indica los principios éticos del personaje.

La FIFA y la UEFA (de la que provenía Infantino) no han estado exentas de escándalos y sobornos; sus anteriores presidentes fueron apartados por ello. La llegada de Infantino a la presidencia ha traído uno de los escándalos que han sido tapados como si no hubiera sucedido nada: el Mundial de Qatar, regado con petrodólares que han servido para ocultar todo lo sucedido durante la construcción de los estadios, donde murieron tantos trabajadores, y donde las condiciones laborales dejaron al descubierto la esclavitud del siglo XXI, sin olvidar el trato que dispensan a las mujeres y a los homosexuales. Infantino, al terminar el Mundial, tuvo que ir a una buena sesión de masajes terapéuticos para el cuello, que se había quedado bloqueado de tanto girarlo para otro lado.

Este lunes, en la firma del acuerdo de paz que tuvo lugar en Egipto, en medio de los líderes mundiales que tomaron parte en el acto, se veía a Gianni Infantino entre ellos como uno más, sin ser presidente de Gobierno ni pertenecer a la realeza. ¿Ha tenido algo que ver? Es evidente que no. Su mérito: ser amigo del presidente de EE. UU., Donald Trump, que no es poco,que lo pasea por donde más le conviene, siendo un “fiel escudero”. Las relaciones de Trump e Infantino tienen que ver con los negocios; entre otros, son aliados en la industria deportiva global. Infantino justificó su presencia en el acto con  a la invitación personal de Trump y a su “vocación” de ayudar en la reconstrucción de los campos deportivos destruidos. ¿Más negocios compartidos? Por cierto, Infantino realizó el viaje en un jet privado, cortesía de Qatar.

La posición del presidente de la FIFA está siendo ya cuestionada por miembros del organismo, al acusarlo de romper la pretensión de neutralidad política que la FIFA defiende y se compromete a mantener por ley. Infantino ha abandonado toda pretensión de neutralidad política y ha dejado patente que se ha puesto del lado de Donald Trump y Benjamín Netanyahu.

La estrecha relación de Infantino con Trump es más que evidente y ni se oculta. Los negocios son el nexo de unión entre el amo del mundo —que se considera Trump— y el “rey del fútbol”, como le llama el presidente de EE. UU. a Infantino. Poderoso caballero es don dinero. Infantino, que vive a cuerpo de rey, está siendo demasiado ostentoso; tiene a gente ya cansada de sus actos, le está moviendo la silla y, si no se anda con cuidado, puede terminar como su antecesor. Decía Tácito que: “En un espíritu corrompido no cabe el honor”.