sábado, 20 de abril de 2024 02:54
Opinión

Lo de Jordi Pujol i Soley no tiene nombre

Manuel Fernando González Iglesias
Manuel Fernando González Iglesias

A Coruña, 1952

Aunque al patriarca del clan le parezca una nimiedad, su declaración del martes ante la Jueza Beatriz Balgafón, acompañado del silencio culpable de su esposa, han desatado un murmullo de desaprobación que echa por tierra la escasa credibilidad política que le quedaba.

Aunque al patriarca del clan le parezca una nimiedad, su declaración del martes ante la Jueza Beatriz Balgafón, acompañado del silencio culpable de su esposa, han desatado un murmullo de desaprobación que echa por tierra la escasa credibilidad política que le quedaba. Está claro y está escrito, que un acusado para salvarse de una condena, tiene el derecho de mentir en su favor, pero el del fundador de Convergencia queda muy matizado por lo que su figura representa o ha representado para miles de catalanes, que no debieran verse ahora ridiculizados por unas afirmaciones que han provocado la hilaridad de los medios de comunicación de Madrid.

La perplejidad reflejada en el rostro de la Magistrada cuando Jordi Pujol i Soley le decía que su desinterés por la herencia familiar tenía su razón de ser en el origen ilícito de la misma, que es como decir, que su padre Florenci Pujol era un delincuente, tenía todos los visos de justificarse endosándole a un muerto, su propio progenitor, la causa del embolado judicial en el que se encuentra. Pero, añadir a esta triste afirmación, que otras dos personas también fallecidas, Joaquim Pujol y Delfi Mateu fueron los verdaderos gestores de la multiplicación del dinero evadido a Hacienda y trasladado clandestinamente a Andorra tras pasar por la Suiza de los ricos es ya de página de necrológica de La Vanguardia y sobre todo de desvergüenza total.

No sé en que acabará esta triste historia que ha iniciado su andadura en la Ciudad de la Justicia, pero a este periodista la figura del ex Molt Honorable le produce en estos momentos un fuerte rechazo y una, también, muy humana indignación. Catalunya no se merece este espectáculo bochornoso y cuando antes acabe, mejor. Ya hemos visto bastante y sobre todo, ya hemos escuchado en un solo día todas las estupideces que se le pueden permitir a un personaje público. Júzguesele, senténciesele y desaparezca de nuestra vida para siempre porque lo de este martes de Enero supera todo lo que las personas decentes pueden tolerar.

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