viernes, 26 de abril de 2024 22:08
Sociedad

La niña fue sedada y atada antes de ser asfixiada

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Un móvil económico. Esa parece ser la razón de la muerte de Asunta Basterra Porto, la niña de 12 años que fue asesinada y que apareció la madrugada del pasado domingo en una pista forestal del municipio de Teo, cerca de Santiago. Las indagaciones policiales apuntan a que el crimen fue premeditado y planificado meses atrás, sobre todo teniendo en cuenta que la principal hipótesis apunta a un móvil de carácter económico.

Los investigadores tratan de determinar si la niña era la heredera del importante patrimonio que tenían los abuelos de la pequeña. Según esa hipótesis, el abogado santiagués Francisco Porto Mella y su esposa, la profesora universitaria María del Socorro Ortega Romero, habrían dejado su herencia a su nieta. El primero, de 88 años, murió de forma repentina en su domicilio en julio del año pasado, y su esposa falleció en la misma casa siete meses antes. Las dos muertes causaron una gran conmoción en Santiago porque eran muy conocidos y no sufrían dolencias graves. Fueron incinerados.

La herencia que habría ido a parar a la pequeña Asunta, y de la que los padres no podrían disponer, incluía inmuebles en Santiago, Vilanova de Arousa y la casa de Montouto (Teo), donde se sospecha que murió la pequeña y no muy lejos de la pista de Feros donde apareció el cadáver.

La investigación del crimen de Asunta ha obligado a los investigadores a encargar una gran cantidad de pruebas de laboratorio para intentar desentrañar científicamente qué ocurrió entre la tarde noche del sábado 21, cuando los padres de la niña denunciaron su desaparición, y la madrugada del domingo 22, a la 1.15 horas, cuando dos hombres hallaron el cuerpo sin vida de la niña de 12 años en la pista forestal de Teo.

El análisis de las muestras de la pequeña, que fueron enviadas al Instituto Nacional de Toxicología de Madrid, demuestra que la niña fue dormida antes de su muerte con una sustancia sedante, lo que explicaría que no apareciesen en su cuerpo señales de haberse resistido a la presión sobre la nariz y la boca, probablemente con una almohada, que terminó asfixiándola. La de la sedación era una de las hipótesis que manejaban los investigadores desde el primer momento.

La madre, Rosario Porto, tomaba tranquilizantes debido a que sufría cuadros de ansiedad y estrés y también se habrían encontrado en los registros de sus domicilios somníferos, por lo que presuntamente tendría acceso a ese tipo de sustancias.

Los resultados de los exámenes practicados al cuerpo de la niña también han permitido saber que fue atada antes de su muerte. Es muy probable que para inmovilizarla se utilizase la cuerda naranja cuyos restos fueron hallados por los investigadores cerca del cuerpo durante el rastreo efectuado en el lugar. Para determinar esa circunstancia ha sido encargada otra prueba para saber si el trozo de cuerda encontrado junto al cadáver coincide con otro que se encontraba en la vivienda de Teo.

También son importantes las pruebas de ADN que se han encargado. Entre otras, para determinar si las colillas de cigarrillos que se encontraron en la pista forestal de Cacheiras en la que apareció muerta la niña contienen saliva que pueda probarse que pertenece a la madre o al padre de Asunta.

Hay una imagen de las siete horas y media que duró el registro practicado ayer en la vivienda familiar de Rosario Porto Ortega en la aldea de A Pobra, parroquia de Cacheiras (Teo) difícil de borrar de la memoria de los informadores que montaron guardia frente a la finca: la de la madre de Asunta -que llegó al lugar a las doce menos cuarto desde el cuartel coruñés de Lonzas- fumando y sonriendo por momentos junto a los investigadores que, cubiertos con monos blancos, escudriñaban al milímetro en su propiedad, protegida del frío por un abrigo de piel que se puso en la propia casa. Su expareja, Alfonso Basterra, llegó a las 11.30 a la finca de Cacheiras en un taxi con los cristales tintados. A esa hora, la zona estaba tomada por los medios de comunicación hasta el punto de que se circulaba con dificultad. Acompañado de su abogado, Roberto Goris, decidió dar media vuelta y regresar más tarde. Justo después aparecían en la casa dos furgonetas blancas tintados con los agentes encargados del registro en su interior. A las doce menos cuarto llegaba Charo Porto en un coche negro, acompañada de su abogada. Y, de nuevo, a las doce, regresó el taxi con Basterra.

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