jueves, 28 de marzo de 2024 12:06
Salud

Esta Navidad hay que esperar lo mejor y prepararse para lo peor

Nuevamente  la covid-19 amenaza con complicar las fiestas navideñas. La Navidad son varias semanas de numerosos contactos con nuestras familias, amigos, compañeros de trabajo o de estudios. También con personas que no conocemos y con las que nos juntamos en lugares de culto, en fiestas, en eventos o en cualquier otro sitio.

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Archivo - Reunion familiar en Navidad. Cena de Noche Buena. Cena de Noche Vieja


Nuevamente  la covid-19 amenaza con complicar las fiestas navideñas. La Navidad son varias semanas de numerosos contactos con nuestras familias, amigos, compañeros de trabajo o de estudios. También con personas que no conocemos y con las que nos juntamos en lugares de culto, en fiestas, en eventos o en cualquier otro sitio.


Incrementamos los contactos con allegados y esos contactos que tanto añoramos son el combustible de la transmisión del SARS-CoV-2.


¿Dónde estamos en este momento?



Tras una exitosa campaña vacunal, España se sitúa entre los países con una mayor proporción de personas con pauta de vacunación “completa” (>80 % de la población total). Probablemente la mayor entre los países de más de 10 millones de habitantes.


España también tiene porcentajes de personas con pauta completa cercanos al 100 % entre los mayores de 60 años. Un aspecto crítico porque ese grupo de población es el origen de la mayor parte de los casos graves. Esta es una diferencia esencial con algunos países de la Unión Europea que mantienen importantes bolsas de no vacunados en estos grupos de edad que les llevan a altas tasas de hospitalizaciones.


Aunque la protección que ofrecen las vacunas frente al riesgo de desarrollar covid-19 grave se mantiene bastante alta, la protección frente a la transmisión ha ido decayendo con el tiempo desde la vacunación. Y con la variante Delta, la que actualmente predomina en España y, por añadidura, en todo el mundo. La variante que no deberíamos menospreciar pese a la aparición de ómicron.


Las terceras dosis (boosters, refuerzos) parecen recuperar buena parte de la protección frente a infección, incluso con la variante delta. Pero la campaña de administración de boosters parece desarrollarse sin demasiadas prisas. Comenzando diciembre están pendientes de tercera dosis un tercio de los mayores de 70 años y dos tercios de los que fueron vacunados con la monodosis de Janssen. Para el grupo de 60-70 ni siquiera se ofrecen estadísticas.


España muestra un crecimiento sostenido de la transmisión desde principios de octubre que parece acelerarse en las últimas semanas. La incidencia acumulada en 14 días (IA14d) a principios de diciembre se sitúa cerca de los 250 casos/100 000 hab (acercándose a los 9 000 casos diarios). Sin embargo, algunas Comunidades más que doblan esas tasas aproximando cifras, digamos, europeas. La mayor incidencia se produce en los menores de 12 años (IA14d >400/100 000) pero los mayores de 60 también tienen tasas elevadas (IA14d >100/100 000).


Pese al incremento en la incidencia de casos, España está lejos –muy lejos– de las cifras de incidencia de los países del Este de Europa y Centro-Europa. Pero no podemos ignorar que buena parte de nuestros vecinos tienen cifras de transmisión muy elevadas y que tenemos una gran interacción con ellos.


También estamos muy lejos de las oleadas previas en nuestro país. Gracias a la vacunación, las cifras de hospitalizados, personas en UCI y fallecidos son mucho menores que las que habíamos visto hasta ahora. Especialmente en vacunados, ya que alrededor de la mitad de los casos de covid-19 grave proceden de ese 9 % de personas aún sin vacunar.


La potencial amenaza de ómicron también esta ahí. Subrayemos lo de potencial. No sabemos cuán más transmisible será en un entorno mucho más vacunado que Sudáfrica, ni su capacidad de producir reinfecciones en vacunados o en personas que han pasado la covid-19. O si las terceras dosis mantendrán la protección que ofrecen frente a Delta. Tampoco si será menos grave, como apuntan algunos, en un entorno como el europeo, con una población mucho más envejecida que la de Sudáfrica.


En el momento actual, España es uno de los países con menos restricciones. Prácticamente se limitan a la obligatoriedad formal del uso de mascarilla en interiores (con una interpretación más que relajada del concepto de “obligatoriedad” en la hostelería y el ocio nocturno) y el uso del “certificado” Covid en varias Comunidades Autónomas (una medida que, aunque puede dar un empujoncito a la vacunación de reticentes, tendrá poco impacto en la transmisión).


En conjunto, la situación sugiere que las tasas de transmisión, aceleradas por puentes y movilidad pre-navideña, van a continuar incrementándose. Con este ascenso sostenido, y aun en menor medida que en otras oleadas, también ascenderán los casos graves. La incógnita ómicron podría complicar aun más este escenario, aunque en lo inmediato sea Delta y nuestros propios comportamientos lo que debe preocuparnos.


¿Qué hacer?

En un contexto complejo de interpretar y con incógnitas importantes, recomendar soluciones tiene también mucho de especulación. 


Quizás por eso conviene estar abiertos a aplicar cualquier medida que la evolución real de la incidencia de hospitalizaciones indique como necesaria. Hay que evitar basar las estrategias de salud pública en hipótesis sobre que nuestras altas tasas de vacunación serán suficientes para frenar la ola actual o cualquier otra idea preconcebida. Basarse en los datos. Fundamentalmente en la incidencia en mayores de 60 años y en la incidencia de nuevas hospitalizaciones.



Acelerar las terceras dosis, especialmente en mayores de 60 años. Cuantos menos casos graves tengamos, tanto mejor. Y este grupo de edad origina la mayoría de casos graves.


Reforzar la atención primaria. En la situación actual es quien está soportando la mayor parte del peso del crecimiento de la transmisión (vacunaciones, test, seguimiento de casos, rastreos… y la carga de justificantes y bajas laborales que conlleva), incluyendo el incremento de infecciones respiratorias no-covid y muchas descompensaciones de condiciones crónicas. Reforzarla, ampliarla y mantenerla operativa durante los periodos vacacionales que tenemos encima.


Mantener, y reforzar, las medidas preventivas en todos los espacios interiores. Especialmente si hay mucha gente. La principal medida, obviamente, es evitar estos espacios siempre que sea posible (por ejemplo, reintroduciendo el teletrabajo). La ventilación, el uso de mascarillas y la distancia interpersonal son esenciales cuando no puede evitarse estar en interiores.


Reducir los contactos con no convivientes. Especialmente en espacios cerrados. Una cosa es una cena en Nochebuena, una comida en Navidad (con “allegados” si se quiere). Y otra muy diferente un rosario de comidas, cenas, tardeos y copas con grupos diferentes durante tres semanas. La regla: cuantos menos, mejor.


El certificado Covid o los test de antígenos pueden reducir algo la transmisión. Pueden ayudar. Pero no tanto como para olvidar el resto de las medidas en interiores. Los vacunados pueden contagiarse y pueden contagiar. Y pueden contagiar a otros vacunados incluyendo personas mayores (nuestros padres, nuestros abuelos, los de nuestros conocidos y los de nuestros desconocidos) que podrían desarrollar Covid grave. Por más que se repita y por más certificados que se expidan y se pidan, no hay interiores “seguros”. Incluso con “certificado”, incluso con antígenos, hay que mantener la ventilación y las mascarillas en estos espacios.


Monitorizar la evolución de ómicron y estar preparados para adoptar nuevas medidas si algunas de las amenazas que más preocupan de esta variante empezaran a materializarse. Esperar lo mejor, sin sobrerreaccionar, pero estar preparados para lo peor. Y eso implica que las medidas deberían estar preparándose ya y aprobadas en los próximos días.


Creo que fue William H. Welch (no he conseguido confirmar la cita, y que me perdone el autor si me equivoco), primer decano de la entonces Johns Hopkins School of Hygiene and Public Health, quien dijo que en una epidemia, más importante que conocer la enfermedad es conocer la sociedad que la padece. Desde marzo de 2020 hasta ahora hemos aprendido mucho de pandemias y mucho de nosotros. Y lo hemos hecho a costa de muchas pérdidas.


No estamos donde estábamos y, probablemente, no volveremos a situaciones como las que hemos pasado. Tampoco hemos alcanzado esa “luz al final del túnel” que tantas veces parecía estar a punta de dedo.



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