jueves, 25 de abril de 2024 13:27
Editorial

¡VIVAN LAS MUJERES! ¡VIVA LA VIDA!

Manuel Fernando González Iglesias
Manuel Fernando González Iglesias

A Coruña, 1952

Violencia machista


No es la primera vez que nos enfadamos por el vergonzoso tema de la violencia machista en nuestro país. Desgraciadamente, no somos solo los españoles los protagonistas de este tipo de crimen contra las mujeres, lo cual no quiere decir, ni mucho menos, que no estemos en los primeros lugares del ranking mundial de asesinatos contra nuestras compañeras de viaje en la vida.


Los hombres que hacen estas cosas, en nombre de no sé qué y de no se quién, no se merecen vivir en una sociedad civilizada que ha de apartarles de por vida de la relación con sus semejantes, imponiéndoles el correctivo penal de reparar los daños causados con trabajo y reeducación continuada.


No se puede en 48 horas asesinar a tres mujeres y decir que no pasa nada, o que lo estamos haciendo mal todos, sino que hay que aplicar la ley en todo su rigor y modificarla --para endurecerla-- si es preciso, de tal manera que, el que mata por machismo, sepa que no volverá a ver la luz del sol en libertad y que su familia, sus amigos y la sociedad entera les repudiará de por vida porque son la escoria de la civilización.


También vendría bien que en las escuelas se enseñara obligatoriamente a niños y niñas --por ese orden-- que el respeto y la libertad son las virtudes más importantes que nos convierten en seres humanos. Y que, por lo tanto, padres y maestros, serán siempre los vigilantes responsables de que esa manía que tiene el varón por considerarse un ser superior, desaparezca del pensamiento más común y pase a ser un anacronismo en una sociedad más civilizada y más culta.


La escenita del niño/joven que no sabe ni hacerse la cama o freír un huevo debe desaparecer ya de la vida familiar española, como ejemplo más simple de que hemos tomado buena nota de que a las mujeres ni se las mata, ni se las margina. Tampoco estaría de más que empresas y empresarios dejaran de pagar los sueldos más bajos a las mujeres y marginarlas de los puestos de responsabilidad y de los consejos de Administración.


A la Iglesia Católica también le convendría recuperar la imagen de María Magdalena y hacer posible que su ejemplo más cercano se prodigase entre la Jerarquía que pastorea a sus fieles. A lo mejor, si los curas se casan, tendríamos menos pedófilos sueltos y más doctrina femenina en nuestro culto que, dado que el país en el que vivimos es, según dicen, muy católico y apostólico, ayudaría a erradicar la plaga machista que padecemos por la nada desdeñable vía espiritual.


En fin, que ¡ya está bien! Que toca cabrearse y dejar de guardar el tradicional minuto de silencio y armar con cada asesinato un barullo monumental para que, a los que cometen estos crímenes, les entre el miedo escénico y se lo piensen dos veces antes de maltratar a su mujer, a su novia o a la profesional que le está haciendo disfrutar de la vida, por poner otro ejemplo que una sociedad hipócrita como la nuestra trata muchas veces de ocultar.


En definitiva: ¡Vivan las mujeres! ¡Viva la vida!

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