jueves, 2 de mayo de 2024 21:04
Opinión

Cada 12 minutos muere una persona en las listas de espera de la dependencia

Carmen P. Flores
Carmen P. Flores
Directora de Pressdigital

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Ser mayor resulta ser una carga para las administraciones, en algunos casos también para la familia. La sanidad pública arrincona a los mayores, la privada no si se tiene “posibles”. En las listas de espera, por eso de la edad, se prioriza a los jóvenes, no está escrito, pero no hace falta, el boca a boca es la mejor norma. Escribirlo en un papel sería motivo de que cualquier mayor pudiera presentar una demanda.

 

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Hospital Vall d'Hebrón @ep


En la atención y cuidado a las personas mayores, nuestros mayores, la sociedad ha sido testigo de lo sucedido en las residencias durante la pandemia. Miles de mayores han sido víctimas del COVID. Varios cientos, por no decir miles, han sucumbido a la enfermedad en las residencias, que la mayoría no han estado a la altura. No hace falta contarlo para no revivirlo, el dolor aún no se ha superado. Cientos de familias afectadas por la muerte de uno de sus padres en los centros llegaron a presentar demandas con los gestores de los mismos. La justicia en la gran mayoría, para desespero de los denunciantes, no ha resuelto a favor de las familias, que quiere decir reconocer la culpabilidad de los fallecimientos por falta de atención de unos cuantos centros. ¿Por qué? Ellos sabrán y la justicia en ocasiones se columpia.


Ser mayor ha pasado de estar considerado como ejemplo de experiencias, respeto y consideración, tanto en la familia, como en la sociedad, a ser un incordio que, en muchos casos, demasiados, provoca que se sientan desubicados, solos, tratados como un viejo que estorba. Situación que van mermando su dignidad y que en demasiadas ocasiones los lleva a la depresión, la pena y el suicidio. La enfermedad crónica, la demencia, la depresión la soledad y el cansancio de vivir, no tiene alicientes, forma un cóctel explosivo y letal.


En España, unas 1.235 personas mayores de 65 años se suicidaron en 2021. En nuestro país hay 10 millones de personas mayores de 65, lo que representa el 20% de la población. Los suicidios de mayores de 65 años se cifran en el 30,85% del total de los suicidios, de los cuales de los cuales el 76% los protagonizan los hombres y el 24% las mujeres.


Las personas mayores necesitan ser atendidas, no siempre la familia puede ocuparse de ellas, bien por los trabajos o porque, no nos engañemos, pasan de ellos, son un estorbo. 


Se dan casos de personas que están completamente solas, sin familiares y necesitan ser atendidas. Antes esta situaciones, las residencias cumplen un papel social muy importante. Las administraciones deben velar para que esas personas sean cuidadas de la mejor manera posible. Para ello necesitan destinar recursos a esos menesteres. Lo que ocurre es que las partidas presupuestarias que deberían destinar, cada día van menguando, como el físico de una persona mayor. Hay que cuidar de nuestros mayores, que son de todos. Decía Ramón y Cajal que “en la vejez no nos deben preocupar las arrugas del rostro, sino las del cerebro”. 


Las cifras nos demuestran lo injusto de la situación. Están ahí y no engañan- las pueden manipular al gusto- pero no por eso desaparecen como por arte de magia. El pasado año, unas 45.360 personas fallecieron esperando a ser atendidas en las famosas e indignantes listas de espera. Lo que quiere decir que cada 12 minutos fallecía una. Pese a las largas listas de espera, las comunidades autónomas redujeron 98 millones. Así, de verdad. ¿Cuales fueron las que más redujeron? Por este orden: Catalunya, Cantabria, Asturias, Comunidad Valenciana, Andalucía, Extremadura, Madrid, Castilla y León, Región de Murcia son las que más recortaron, según denunciaba la Asociación Estatal de directores y Gerentes en Servicios Sociales.


Las cifras de las listas de espera con las consecuencias de fallecimiento de una persona cada 12 minutos sin ser atendida deberían indignar a los responsables que invierten en otras cosas y siguen sin tener a las personas en el número uno de sus prioridades. El problema es que solo una minoría se indigna, y protesta. Los demás solo lo hacen en una charla de café, en el trabajo con los compañeros o en otros lugares, pero al volver a casa, no se plantean hacer nada más. Piensan que no se va a solucionar nada. Ese es el gran problema de una sociedad acomodaticia, individualista y que se ha relajado demasiado. Piensa que con ir a votar ya ha cumplido con su deber. No es así, el voto significa fiscalizar y pedir exigir responsabilidades a los políticos que tanto prometen y tanto cambian su programa electoral cuando gobiernan.

 

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