domingo, 28 de abril de 2024 21:02
Opinión

“Año Nuevo, problemas viejos”: no se cambia por un dígito distinto

Carmen P. Flores
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Directora de Pressdigital

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Fin de año en la Puerta del Sol - EP

 

Cuando se inicia un nuevo año se suele decir “año nuevo, vida nueva”. Los propósitos de cambios siempre están en las mentes de las personas: iré al gimnasio, estudiaré tal idioma, tendré tiempo para los amigos y la familia, cambiaré mi visión de lo prioritario. Así podría seguir con una lista de buenos propósitos que generalmente se suelen quedar en eso. Son pocas las cosas que se llegan a realizar.

 

En la política, también se espera que las cosas cambien, lo mismo que la situación del país, que la confrontación en el Congreso se suavice, que haya paz, consenso y sobre todo sentido de la responsabilidad. Las personas quieren, más bien desean que eso sea así pero la realidad, pasadas las fiestas y solo un día después de que los Reyes Magos hayan hecho felices a millones de niños y niñas, muestra que la frase cambia a “año nuevo, problemas viejos”. La vida diaria no cambia como por arte de magia y las cosas no se solucionan por un cambio de dígito. La ilusión de las fiestas que cada uno las celebra como mejor quiere, o puede, se desvanece como las luces que dan color a las calles llenándolas de alegría. La magia termina el día 6 por la noche y se retorna la dura realidad diaria. La gente se habrá despertado del sueño,

 

En política, ni en las fiestas navideñas se calman los ánimos. Pocos son los días en que los políticos dejan de meterse uno con los otros. Se van de vacaciones, claro que sí, pero dejan algunos compañeros de partido de guardia que aprovechan cualquier resquicio para salir con la vara y darle con ella a sus rivales políticos.

 

En la confluencia de la Calle Ferraz con Marques de Urquijo, este fin de año,  se ha producido una fiesta protagonizada por unos demócratas de toda la vida . Donde además de portar las uvas para dar la bienvenida al 2024, los concentrados habían colgado un muñeco con la cara de Pedro Sánchez y con una nariz que no tenía nada que envidiar a Pinocho. Un grupo de alborotadores le dieron una buena paliza al muñeco hasta destrozarlo, evidentemente con insultos al susodicho y con la presencia de algunos personajillos que añoran los tiempos en el que todo el mundo debía estar cara al sol.

 

La que se ha montado por este episodio. El PSOE, en boca de su portavoz Patxi López, ha puesto el grito en el cielo y anuncia querellas contra los autores del linchamiento injustificado, fuera de lugar y con el que muchos estamos en desacuerdo. La violencia lo único que genera es más violencia, odio y falta de respeto a las instituciones y a quienes las representan. Este tipo de acciones, no se pueden tolerar. Ahora bien, hay una vara de medir que debería ser igual para todos. Esta debe utilizarse para medir otros actos en los que acciones similares, con protagonistas diferentes, y los que ahora ponen el grito en el cielo antes les quitaban importancia - incluidas algunas señorías-. Se pueden poner bastantes ejemplos, como ¿cuantas veces han ahorcado un muñeco con la cara del Rey? O los insultos y quema de fotografías del monarca u otros políticos. La vara de medir se debe utilizar con el mismo criterio, no diferente dependiendo de a quien se le aplique.

 

Hay que recordar que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos le dio donde más le duele a la Justicia española en el 2028 por haber condenado a dos independentistas que en un “alarde” de valentía quemaron fotos del Rey. Sus señorías europeas consideraron que el acto de los jóvenes no era un acto de odio, e iba en contra de la libertad de expresión, y se quedaron muy tranquilos ante el cabreo de los denunciantes. Así que este acto puede correr la misma suerte si hay denuncia: terminar en el baúl de los recuerdos. 

 

Actuaciones como la acaecida en Ferraz, no es nueva, por desgracia no se  pueden a consentir - ¿o sí? - pero todos los actos de este tipo deberían correr el mismo destino, dar ejemplo a los políticos, que sus señorías impartan la justicia igual para todos, no selectivamente. Ya sabemos que no son Dioses, son humanos y como tal, tienen sus debilidades y muchos de ellos unos egos que llegan a Santiago de Compostela antes que sus dueños. 

 

Año nuevo, intenciones viejas. No se si era un sabio el que dijo esta frase: "La vida no consiste en esperar a que pase la tormenta, sino en aprender a bailar bajo la lluvia”. 

 

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