lunes, 29 de abril de 2024 08:31
Opinión

PREPARÉMONOS PARA VOTAR

Manuel Fernando González Iglesias
Manuel Fernando González Iglesias

A Coruña, 1952

Nadie está, a día de hoy, convencido de que el debate de investidura haya servido para acercar posturas entre los distintos partidos y coaliciones de cara a un pacto "in extremis" que salve la legislatura y genere un gobierno de coalición entre unos y otros en sus diferentes variantes. Porque si los socialistas han salido quemados de las andanadas de Pablo Iglesias, especialmente la que hirió gravemente el buen nombre de Felipe González, al que en los últimos años hemos llamado "el hechicero de la tribu", por su indiscutible capacidad de influencia entre dirigentes y militantes de varias generaciones. Los populares, al mismo tiempo, salían del hemiciclo echando humo contra Albert Ribera que tuvo la osadía de pedirle, a un muy sorprendido Rajoy, que se fuera a casa porque no tenía ni una sola razón para mantenerse en el cargo por más tiempo. O sea, algo parecido a lo que Aznar le dijo a Felipe: Váyase Señor González.


Parece, como si todos se hubieran puesto de acuerdo para llevar las actuales Cortes al cementerio de la Almudena, y convocar, tras otros dos meses de pérdida de tiempo, nuevas elecciones, que "arreglen" el desaguisado, sin darse cuenta, de que los ciudadanos, pueden quedarse en su casa y enviar a sus Señorías a peinar monas a Gibraltar que está más cerca que el Camerún. ¡Qué desastre! 


Y no es porque no nos lo esperáramos, sino, más bien, porque la realidad ha superado con mucho nuestra humana imaginación de periodistas veteranos, que tenemos en nuestra mochila profesional el habernos tragado todos los discursos de todas las investiduras que ha habido desde que Dolores Ibarruri presidió la mesa de edad de las primeras Cortes constituyentes. Y, sin embargo, pese a tanta experiencia, no hemos podido evitar el quedarnos perplejos, al comprobar cómo a las nuevas generaciones, que han llegado al edificio de la Carrera de San Jerónimo, les falta astucia y les sobra verborrea que, como consecuencia, deriva en un desconocimiento enorme del tiempo político en el que se encuentran y con ello, de la prudencia que requiere la ocasión, demasiado evidente en sus interpelaciones al adversario, con el que días después, desean pactar. Todos parecían que estaban constituyendo las primeras Cortes de la legislatura, y no la onceava ocasión en la que la cámara recibía a diputados democráticamente elegidos. Echando la vista atrás en la memoria personal, lo único que se le ocurre exclamar a este periodista, es que la calidad de los primeros diputados que venían del exilio, de la cárcel, de las antiguas cortes franquistas o de las fabricas en plena ebullición sindical, le hacían sentir pasión por la política y admiración por tanta sabiduría acumulada, que muchos de éstos de ahora, tras lo que he visto y sobre todo escuchado, me dan verdadera lástima.


Como todo en la vida tiene una segunda oportunidad, ojalá, que un nuevo paso por las urnas, prácticamente inevitable, nos devuelva a los diputados y diputadas supervivientes con mejor nivel y mayor templanza que el que ayer nos ofrecieron en sus muy estrafalarias intervenciones. La verdad es que me gustaría mucho. De momento, preparémonos para votar. 

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