LOS ZOMBIS DE LA CARRERA DE SAN JERÓNIMO

Mientras los papeles de Panamá siguen su curso mediático, en la Carrera de San Jerónimo, sede del Congreso de los Diputados, se viven momentos imborrables para nuestra memoria colectiva. Como Vds. bien saben, una nueva generación de políticos ha entrado en la casa de todos y deambula por sus pasillos en busca del eslabón perdido de la democracia española. A su lado, caminan, a veces al mismo ritmo, viejos vampiros del bipartidismo en busca de acabar con el escaso resuello que ya les queda a los recién llegados, quienes, tras un par de debates-soufflé han perdido casi toda la credibilidad que acababan de adquirir en las urnas.

A día de hoy, ninguno de los citados sabe, a ciencia cierta, por qué está ahí y cuánto tiempo le queda de vida parlamentaria. Son diputados que flotan en un mundo de ideas confusas, que les impide llegar a acuerdos tangibles y tirar adelante un proyecto de Estado, a través de un gobierno estable, que tenga sentido para sus conciudadanos. Se han ido de nuestra realidad y mirándose los unos a los otros apenas se ven, como si fueran los muertos vivientes de la película de George Romero, dispuestos a acabar con todo: la seguridad social, las prestaciones sociales y hasta con la crisis de los refugiados sirios.

Me dicen mis amigos madrileños que este estado de cosas pronto se acabará con el regreso del Mesías de Pontevedra, que volverá con el Mayo florido y las flores a Mariano de una nueva mayoría absoluta que esta vez será a dos, aunque, este periodista ese vodevil lo vea igual de claro que lo de los papeles de Panamá: con mucho ruido y pocas nueces.

Habrá que seguir el desarrollo de los acontecimientos, sin demasiado entusiasmo y sobre todo, venciendo el hastío que nos consume. Por cierto, si la palabra Panamá lo traducen los panameños como lugar de peces y mariposas, ¿por qué no considerar el nominativo Congreso como hábitat del inframundo político donde conviven algunos fantasmas, bastantes vampiros y sobre todo muchos zombis de antiguas ideologías?

Nota del autor: Señorías, no se me enfaden, es una broma, consecuencia directa de la fiebre que padecemos unos cuantos impacientes por seguir todavía, a día de hoy, sin un gobierno que nos administre como al resto de nuestros congéneres europeos.