viernes, 7 de noviembre de 2025 20:57

Internacional

Trump tras la cumbre con Putin en Alaska: "No hemos llegado a un acuerdo, pero estamos avanzando"

Donald Trump y Vladímir Putin se han encontrado en Anchorage en una cita diplomática de alto perfil que ha reabierto canales de diálogo sobre Ucrania, aunque sin sellar acuerdos concretos. La reunión ha evidenciado tensiones y también la importancia de la participación ucraniana en cualquier negociación de paz.

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Anchorage, un escenario de máxima tensión

La historia de las grandes citas diplomáticas se ha escrito en ciudades como Yalta, Viena o Ginebra. El 15 de agosto de 2025, Anchorage ha ingresado en esa lista, marcada por una tensión política que ha captado la atención mundial. En la base militar de Elmendorf-Richardson, el presidente estadounidense, Donald Trump, y el presidente ruso, Vladímir Putin, han sostenido una reunión de alta relevancia que, aunque no ha solucionado el conflicto en Ucrania, ha restablecido canales de comunicación que se temía perdidos. La cita, que se ha prolongado durante casi tres horas, ha sido un complejo ballet diplomático en el que palabras, gestos y símbolos han tenido un peso tan relevante como los acuerdos que no se han firmado.

La cita se ha presentado como una de las más decisivas desde la invasión rusa a gran escala de Ucrania, iniciada hace más de tres años. La premisa de Trump, que días antes había declarado que podía “acabar la guerra en cuestión de días”, generó expectativas globales. Por su parte, Putin buscó reafirmar su papel estratégico en la política mundial, intentando romper el aislamiento diplomático que rodea a Rusia.

 

Alaska: geopolítica en primer plano

La elección de Anchorage no ha sido casual. Situada a apenas 80 kilómetros del punto más oriental de Rusia, Alaska ha sido históricamente un puente y un punto de fricción entre ambas superpotencias. Comprada por Estados Unidos al Imperio ruso en 1867, la península se ha convertido en un símbolo de expansión estadounidense y, más recientemente, en el hogar de bases militares estratégicas. Hoy, Anchorage alberga a más de 32.000 soldados.

Celebrar la cumbre allí fue un gesto de poder silencioso por parte de Trump, obligando a Putin a aterrizar en un territorio estadounidense. Para el líder ruso, la cita supuso un reconocimiento simbólico: por primera vez desde el inicio de la guerra, un jefe occidental lo recibió en su propio espacio, ignorando la orden de arresto emitida por el Tribunal Penal Internacional.

El recibimiento fue solemne: alfombra roja, apretón de manos breve y un saludo cargado de cordialidad. “Buenas tardes, querido vecino”, dijo Putin a Trump, proyectando la imagen de dos naciones vecinas a pesar de sus diferencias. La respuesta de Trump fue una sonrisa y una palmada en la espalda, gestos que tranquilizaron a medios afines pero alarmaron a aliados europeos.

 

Diálogo estratégico y límites de la cita

Al término de la reunión, ambos mandatarios dejaron claro que podían dialogar, pero no concretar compromisos. Durante la rueda de prensa conjunta, Trump declaró: “No hemos llegado a un acuerdo, pero estamos avanzando”, calificando la cita de “productiva” y “muy cálida” y subrayando que mantiene “un diálogo de mucha confianza” con Putin. Reconoció avances en varios puntos, pero admitió que los temas más importantes seguían sin resolverse.

Putin, por su parte, destacó que la cita había creado “una atmósfera constructiva” que podría abrir la puerta a la paz y aseguró que Rusia está “sinceramente interesada en poner fin al conflicto en Ucrania”. No ofreció detalles sobre medidas concretas ni plazos. La sensación general fue la de un diálogo directo, casi empresarial, en el que se buscó establecer un canal personal más que un acuerdo diplomático tradicional.

 

Repercusiones globales: Kiev y Europa observan

La reunión también evidenció divisiones internas en Estados Unidos. Los sectores conservadores y veteranos del Departamento de Estado mostraron recelo, temiendo que Trump cediera demasiado o legitimara a Putin. Analistas de seguridad señalaron que la ausencia de diplomáticos de carrera pudo limitar la capacidad de Washington para abordar temas complejos.

Desde Kiev, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski afirmó: “Es momento de acabar la guerra y contamos con los Estados Unidos para lograr una paz justa”. Los líderes europeos marcaron límites claros: el canciller alemán Friedrich Merz afirmó que “Ucrania necesita garantías de seguridad y que las cuestiones territoriales solo pueden decidirse con su participación”. Emmanuel Macron se mostró abierto a una futura cita a tres bandas, mientras los países bálticos exigieron a Trump que no hiciera concesiones territoriales.

 

La presión de la sociedad civil y la oposición rusa

Más allá de las declaraciones oficiales, la reunión tuvo repercusiones en la sociedad civil. En Anchorage, manifestantes ucranianos expresaron su rechazo a cualquier negociación que excluyera a Ucrania. Iúlia Naválnaia, viuda del opositor ruso Alekséi Navalni, pidió a Putin la liberación de presos políticos y civiles ucranianos, advirtiendo que “una paz sin justicia no es una paz duradera”.

Organizaciones como Human Rights Watch subrayaron que la paz no puede limitarse a un acuerdo entre líderes, sino que debe incluir respeto a los derechos humanos y liberación de rehenes y prisioneros de guerra.

 

 

Hacia un futuro incierto pero posible

La cumbre de Anchorage ha demostrado que, incluso en conflictos complejos, el diálogo puede prevalecer sobre la confrontación. Sin embargo, también evidenció que las negociaciones no pueden ocurrir en aislamiento. La participación activa de Ucrania y la presión de la sociedad civil son fundamentales para alcanzar un acuerdo duradero.

El mundo espera ahora los próximos pasos: conversaciones de alto nivel y, posiblemente, una cita a tres bandas. El desafío es enorme: garantizar la soberanía ucraniana, ofrecer seguridad a Rusia y asegurar que cualquier acuerdo no sea solo un alto el fuego temporal, sino el inicio de una era de estabilidad y paz duradera.

 

Análisis político y militar: riesgos y estrategias

Desde un punto de vista estratégico, la cita ha tenido múltiples lecturas. Para EE. UU., la reunión representa un intento de reposicionar la diplomacia estadounidense frente a Rusia y Europa, reforzando la influencia directa de Washington en la resolución de conflictos. Sin embargo, la ausencia de diplomáticos de carrera y la informalidad de la cita generan riesgos: la gestión de sanciones, la planificación militar y la coordinación con aliados puede verse afectada si las expectativas creadas no se traducen en resultados tangibles.

Rusia, por su parte, ha obtenido un reconocimiento simbólico y político sin ceder en lo sustancial. La normalización de la figura de Putin ante un presidente estadounidense refuerza su posición interna y en la arena internacional. Al mismo tiempo, Moscú mantiene su estrategia militar en Ucrania, consciente de que un avance unilateral de EE. UU. en la negociación podría debilitar su capacidad de presión.

Europa enfrenta un dilema: la cumbre muestra que los principales actores globales pueden negociar directamente, pero también pone de relieve la necesidad de un frente común para proteger la soberanía ucraniana y garantizar la seguridad regional. Alemania, Francia y los países bálticos coinciden en que cualquier acuerdo debe integrar a Ucrania como parte central, evitando concesiones unilaterales que puedan socavar la estabilidad.

En términos militares, la cita no ha alterado el equilibrio sobre el terreno, pero sí ha abierto la puerta a una coordinación indirecta que podría facilitar futuras negociaciones de alto nivel. El desafío consiste en transformar la comunicación directa entre líderes en compromisos concretos que reduzcan la violencia, respeten los derechos humanos y sienten las bases de un cese de hostilidades duradero.

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