miércoles, 5 de noviembre de 2025 22:58
Opinión

El delincuente confeso del Reino de España

Carmen P. Flores
Carmen P. Flores
Directora de Pressdigital

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Se suele decir que el mundo es un teatro. Como tal, hay buenos, malos, regulares y peores actores que participan en la gran obra que es la vida. Para que haya obras, tiene que haber espectadores que, sentados en sus asientos, miren con atención la interpretación de lo que en ese momento se representa. Cuando se es buen actor y honesto, la obra llega al público. Los malos actores, que además mienten, por mucho que disimulen, al final se les ve el plumero.

Estos días se está celebrando, en varias sesiones, el juicio contra el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, por presuntamente filtrar el correo del abogado de la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, sobre un posible acuerdo con la fiscalía si su cliente reconocía los delitos fiscales de los que se le acusaba. Si era así, su defendido podría evitar ir a prisión. Ese correo se había filtrado a determinados medios. A partir de ahí, empezó la guerra de acusaciones contra el fiscal general, que por primera vez se sienta en la silla de los acusados.

Como era de esperar, la presidenta madrileña y pareja del defraudador enseguida puso el grito en el cielo, desvirtuando la situación. Para ella, era una persecución política a un “ciudadano” normal, sin querer reconocer que ese ciudadano había defraudado a Hacienda, y que, como cualquier otro, debía rendir cuentas ante la justicia. Desviar la atención era el objetivo de su mano derecha, Miguel Ángel Rodríguez, un maestro en estrategia de manipulación, el que mueve los hilos en torno a ella.

Este martes, la comparecencia del defraudador, González Amador, delante de sus señorías, ha sido un verdadero esperpento, una mala imitación del maestro del esperpento, Ramón María del Valle-Inclán. La pareja de Díaz Ayuso, con una imagen más chulesca y prepotente de lo que cabría, se hizo la víctima diciendo que le había arruinado la vida el fiscal general, que desde entonces se había convertido en el “delincuente confeso del Reino de España”, y que lo había perdido todo. Todo, creo que no; la vergüenza sí, lo mismo que la verdad. El fiscal García Ortiz, que se encontraba en la sala, fue objeto de miradas y señalamientos del declarante. Lo que ha intentado hacer es darle la vuelta para no reconocer que había defraudado, sencillamente así, y que no era otra cosa. Decía Cicerón que “como nada es más hermoso que conocer la verdad, nada es más vergonzoso que aprobar la mentira y tomarla por verdad”.

Miguel Ángel Rodríguez, el autor de la filtración a determinados medios, maestro de la desvergüenza, a las preguntas de los abogados sobre si podía justificar que había sido el fiscal general el autor de la filtración del correo, afirmó que no, que no era notario, pero que llevaba muchos años y que eso había sido una “deducción lógica”. En su caso no tiene nada de lógica, porque las premisas de las que parte no son verdaderas, lo que significa que la conclusión será falsa. Esta situación se le puede volver en contra a Miguel Ángel Rodríguez, que siempre está actuando en el filo de la navaja con estrategias que rozan lo indigno. Acusa a determinados medios de izquierdistas y se jacta de hacer bien su trabajo, como la famosa frase “me gusta la fruta”, que tanto utiliza su presidenta. Su declaración ha dejado de manifiesto que miente deliberadamente: utiliza recursos públicos para un “ciudadano de a pie” que, casualmente, es la pareja de la presidenta madrileña, a la que vende como la víctima de una cacería política. Dice un proverbio que “el testigo falso no quedará sin castigo, y el que habla mentiras no escapará”.

Aún quedan algunas comparecencias más de personas implicadas, entre ellas varios periodistas que han dicho en más de una ocasión que el documento filtrado no les había llegado del fiscal general. Pero eso parece que no sirve. Habrá que esperar cómo van transcurriendo las declaraciones y la sentencia de un tribunal que, si se atiende a las pruebas, absolverá a García Ortiz, porque pruebas no hay.

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