Llevamos años viendo los desastres “naturales” que se están produciendo en parte del mundo: incendios, tormentas, inundaciones, sequías extremas, tsunamis. Lo vemos por la televisión y, aunque nos impresionan, lo percibimos como algo muy lejano. Parece que nunca llegará al país en el que vivimos. Son sucesos de otras zonas, como si el mundo no estuviera intercomunicado, y más tarde o más temprano lo que ocurre a miles de kilómetros terminará haciendo acto de presencia.
En España, los fenómenos meteorológicos extremos ya han llegado. Nos damos cuenta de que no somos ajenos a ellos: los incendios devastadores de este verano en varias zonas del territorio, las tormentas, las lluvias torrenciales que arrasan con todo lo que encuentran, las danas, las subidas de temperaturas que provocan olas de calor insoportables... y una larga lista de fenómenos. Todo ello, según los expertos, se debe al cambio climático, que parece irá a más. Es más que evidente que, si no se ponen los medios necesarios, lo vamos a pasar muy mal.
Hay partidos políticos que niegan lo evidente; es más, que promueven con una desfachatez increíble que eso del “cambio climático” no es cierto, y se quedan tan frescos, sin importarles las personas,el planeta¿Por qué llevan a cabo esa defensa férrea de su teoría negacionista? Está muy claro: defienden intereses económicos e ideológicos, para proteger determinadas industrias… e ideologías.
Lo preocupante del tema es que los grupos políticos negacionistas y retardistas entrarán (algunos ya lo están) en los gobiernos locales, provinciales y autonómicos, como es el caso de VOX, que tiene dos temas principales en su agenda política: negar el cambio climático (en contra de la Agenda 2030) y la inmigración. Dos temas que llevan como bandera. Lo están haciendo en estos años cruciales, en los que hay que tomar medidas urgentes que frenen el cambio. Si son las ciudades, los municipios y los gobiernos regionales/autonómicos y centreal los que deben llevar a cabo las medidas, con el ascenso de la ultraderecha las cosas no pintan nada bien.
Se debería tener en cuenta que la acción climática no debería ser ni de derechas ni de izquierdas, pero, por lo que se está viendo, solo los partidos progresistas están defendiendo e impulsando la lucha contra el cambio climático.
La ciudad de Belém (Brasil) acoge estos días a los asistentes de la conferencia climática COP30, con la presencia de unos 60 jefes de Estado y de Gobierno. Entre los participantes en la cumbre están Gabriel Boric (Chile), Gustavo Petro (Colombia), Emmanuel Macron (Francia), Friedrich Merz (Alemania), Pedro Sánchez (España), Keir Starmer (Reino Unido), Luís Montenegro (Portugal) y Ahmed al Sharaa (Siria). Las dos ausencias destacadas son las de los presidentes de China, Xi Jinping, y de Estados Unidos, Donald Trump, máximos representantes de los dos países más contaminantes del mundo.
Trump viene mostrando su desacuerdo con las políticas sobre cambio climático y suele decir que son mentiras; ya se descolgó del Acuerdo de París. No enviará a ningún alto cargo que represente a su gobierno. En cambio, decenas de líderes subnacionales estadounidenses están presentes en la cumbre para promover sus iniciativas climáticas. Estos representantes consideran que la gente está reclamando y haciendo que las cosas sucedan, comprometiéndose con alianzas y desarrollo económico.
¿Qué se espera de la COP30? Una señal contundente de que los gobiernos mantendrán su compromiso para garantizar un futuro de energía limpia, a pesar de las crecientes dificultades políticas. ¿Tendrán en cuenta a los científicos? Porque el mensaje de la comunidad científica está muy claro: todos deben actuar, y además con rapidez. Los gobiernos deben encontrar la manera de reforzar sus compromisos y llevar a cabo el trabajo necesario para ponerlos en práctica.
La COP30 ha sido denominada como la COP de la implementación. Las reglas y el marco del acuerdo están definidos. Se han establecido mecanismos e instrumentos para gestionar todo, desde la financiación climática y la adaptación hasta los mecanismos de mercado y los daños derivados de los inevitables impactos del calentamiento global, conocidos como “pérdidas y daños”. Ahora se trata de cumplir con lo prometido.
Todos los participantes en la COP21 de París sabían que sus compromisos no alcanzaban lo necesario, pero el Acuerdo de París representaba la promesa de hacer un mayor esfuerzo, más rápido y mejor en el futuro. Sin darnos cuento, el futuro ya está aquí.
Los dos temas centrales para este encuentro son limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C respecto a los niveles preindustriales y los compromisos derivados. Es importante resaltar que el hecho de que ninguna nación haya seguido el ejemplo de Estados Unidos al abandonar el Acuerdo de París es significativo. Ahora quedan las dudas respecto a grandes emisores como China o India, y sigue preocupando la política de la Unión Europea en materia ambiental y climática.
Una vez más, los lobbies de las empresas más contaminantes —especialmente la media docena de grandes petroleras y todas sus derivadas— constituyen la representación más numerosa en la cumbre y también la más eficaz a la hora de neutralizar cualquier posible acuerdo para ir suprimiendo los combustibles fósiles y los compromisos de financiación climática.

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