La perla de carla (XVI)

No se trata de fenómenos aislados, cada uno de ellos está en estrecha relación con los otros puesto que se van formando tramas de valores y contravalores que crean opinión.

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LA VERDAD NO IMPORTA


Sucedió hace unas semanas, cada día traía nos enterábamos de un nuevo currículum académico menguante lo que provocó un gran escándalo, cosa lógica, puesto que regalar y obtener títulos así es una muestra más de la creciente desigualdad que se va imponiendo.


Se señaló ya entonces que la manga ancha de las universidades las hacía co-responsables del fraude. Una respuesta recurrente de éstas, una vez descubierto el pastel, fue atribuir el error a un fallo de transcripción o a un malentendido.


Los y las responsables de las universidades parecen seguir el ejemplo de aquel caco de los tebeos que, interpelado por la guardia civil en flagrante comisión de robo de un hermoso cerdo, abría unos ojos como platos mientras propinaba un manotazo al animal, como quien aparta una mosca, gritando “ quita, quita, fuera bicho..!”. Vamos, que ni idea tenía el pobre caco de andar trasteando al gorrino, igualico que cada una de aquellas personas involucradas en la entrega de títulos y que, ni idea oiga.


Que ni idea ha sido también la justificación de unos y otras para el regalo. Oiga, qué yo he hecho lo que me pedían, nada más.


Y no se les ha ocurrido que era raro.


Claro que hay gente que se ve tan estupenda que no se extraña de que le sucedan cosas maravillosas; precisamente por ello: siendo gente tan estupenda, ¿cómo no van a encontrar privilegios, regalos, prebendas y facilidades que el común de las personas no merece? 


Esta es una posibilidad: se lo creen.


Mal asunto, porque para creer algo así hay que ser:


a) muy inocente - y en la edad adulta la inocencia es tontería-

b) muy perverso, ojo, en el estricto sentido psicoanalítico del término: "ya lo sé, pero aún así...". Este aforismo lacaniano es seguramente incomprensible dicho tal cual, pero se hace inteligible si ponemos palabras sobre los puntos suspensivos, por ejemplo: “me paso la ley por ahí”. En eso radica la perversión, en la asunción de que las leyes rigen solamente para los otros.


Ahora bien, los masters regalados no son flor de un día, ni surgen de la nada. La impostura viene de lejos y quien tenga memoria puede contar una larga historia de falsos titulados, un goteo incesante a lo largo de los años: desde Roldán, un precursor que se decía ingeniero, hasta Puigdemont, sedicente licenciado en periodismo, Joana Ortega, falsa psicóloga, Elena Valenciano licenciada en derecho sin serlo o Patxi López ingeniero industrial ful, hemos tenido noticia a lo largo de los años de falsos abogados, médicos, pedagogos, enfermeros, veterinarios, economistas, etc*. sin conocer jamás dimisión alguna por esta causa, no digamos un cese.


Por otra parte, y hasta dónde yo sé, nunca se ha dado el caso de un colegio profesional que haya dicho ni mu a propósito de cualquiera de las falsas titulaciones publicadas. Casos flagrantes de intrusismo no han merecido jamás una toma de posición pública descalificando la impostura y en defensa de los derechos de sus colegiados.


Por lamentable que parezca no es de extrañar, las juntas de gobierno han obrado en perfecta sintonía con el consenso social, de modo coherente con la verdadera consideración que se da al engaño y a la mentira en nuestra sociedad: aspavientos y escándalo sin más, es decir sin ninguna consecuencia, puesto que, de hecho, no se les da importancia.


Si la tuvieran la ciudadanía distinguiría, por ejemplo, entre hechos y opinión y no tendrían carta de validez las fake news -éstas sí una novedad de nuestros días- que a pesar de llevar su falsedad en el enunciado han tomado carta de naturaleza en la forja de la opinión pública. Cómo es posible que la sociedad admita fake news? Pues por lo mismo: ”ya lo sé, pero aún así, me paso la verdad por ahí”.


Tampoco lo contable queda a salvo y se hacen juegos malabares con los números, por más que estos no sean interpretables como lo son las palabras: sumar dos más dos da siempre cuatro, mientras que "amor", "democracia", "transparencia", "tolerancia", "respeto", etc adquirirán siempre significaciones distintas dependiendo del contexto y del sujeto.


Pero ni aún así, incluso las cifras pierden su significación y se pervierte su sentido cuando se sostiene, por ejemplo, que un 47% de la población representa al 100% de la misma, es lo mismo que decir que una parte es igual a todo.


No se trata de fenómenos aislados, cada uno de ellos está en estrecha relación con los otros puesto que se van formando tramas de valores y contravalores que crean opinión, todos y cada uno de ellos son una manifestación específica de los vientos dominantes en el discurso social: el nexo entre todos, aquello que los vincula es el desprecio por la verdad y la impunidad de la impostura. Las consecuencias de todo ello están por ver, pero el panorama se anuncia tenebroso.


- Para saber más solamente se debe clicar en Google “titulaciones falsas de políticos”, la lista es larguísima. 

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