sábado, 20 de abril de 2024 12:45
Cultura

​Pritzker 2019 distingue al japonés Arata Isozaki

Atrevido, polifacético y siempre sorprendente, Isozaki continúa, con 87 años, desafiando las categorizaciones. Es el octavo japonés en ganar el premio de arquitectura más importante del mundo.

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Lo llamaron visionario, multifacético, pionero en el diálogo entre Oriente y Occidente. Y todo esto es él, como atestiguan sus obras en todo el mundo. 


Desde la biblioteca de líneas modernas y desnudo que construyó en su ciudad natal de Oita en 1966 hasta la gigantesca sala de conciertos inflables que diseñó para el Festival de Lucerna de 2013 en Suiza, pasando por el sorprendente edificio del Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles, Arata Isozaki se afirmó a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y de las dos primeras décadas del XXI como arquitecto de muchos recursos y múltiples significados.


Isozaki sucede al arquitecto indio Balkrishna Doshi, que ganó el Pritzker el año pasado.


Arata Isozaki


Nacido en Oita, Japón, en 1831, Arata Isozaki tenía 12 años cuando las ciudades de Hiroshima y Nagasaki fueron devastadas por dos bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos, que llevaron a la rendición de Japón y al final de la Segunda Guerra Mundial. Para él, este fue el momento en que, ante una inmensa destrucción, decidió que lo que quería de la vida era hacer exactamente lo contrario: construir.


Después de graduarse en la Universidad de Tokio en 1954, Arata Isozaki trabajó con el arquitecto japonés Kenzo Tange, quien también ganó el Premio Pritzker en 1987, estableciéndose a partir de 1963.


Pionero del diálogo entre Oriente y Occidente, influenciado por los nuevos lenguajes europeos que iban surgiendo en aquella época, Arata Isozaki creó edificios que eran una mezcla de escuelas, en una materialización muy personal de estas diferentes formas de hacer arquitectura.


Durante las décadas siguientes, construyó edificios en varios países de todo el mundo, materializando diversos enfoques e idiomas, incluso en materiales y formas. 


El Palau Sant Jordi, que construyó para los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, también tiene su firma.


Palau Sant Jordi

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