lunes, 6 de mayo de 2024 22:00
Opinión

El gazpacho andaluz

Manuel Fernando González Iglesias
Manuel Fernando González Iglesias

A Coruña, 1952

Mientras Aragón y Navarra se desesperan por las pérdidas que les ha ocasionado el río Ebro y, sobre todo, porque se sienten abandonadas por el gobierno de España, por el de su Comunidad y por la flemática Comisión Europea, Andalucía se mete en su particular campaña electoral que, más que una contienda entre las partes, se parece a un gazpacho elaborado más para el verano que para la temporalidad invernal en la que nos encontramos.

Mientras Aragón y Navarra se desesperan por las pérdidas que les ha ocasionado el río Ebro y, sobre todo, porque se sienten abandonadas por el gobierno de España, por el de su Comunidad y por la flemática Comisión Europea, Andalucía se mete en su particular campaña electoral que, más que una contienda entre las partes, se parece a un gazpacho elaborado más para el verano que para la temporalidad invernal en la que nos encontramos.


Como en el magistral plato, en esta ocasión electoral, hay mucha mezcla de hortalizas, en la que el tomate es el rey -demasiado tomate, a mi modesto entender- pero en el que también se puede observar la mano del pepino extremeño de sabor amargo como catalizador del enjuague que, al final, puede resultar casi incomible, porque además alguien le ha añadido un exceso de vinagre, o incluso una sobredosis de sal presidencial que hará que el bipartidismo con mayúscula enseñe sus vergüenzas en un escenario previo a las municipales, que no es precisamente el que más le conviene.


De momento, el CIS ya ha emitido su diagnóstico: No hay mayoría absoluta y el PP se pega un batacazo de padre y señor mío. Vamos, que el bipartidismo se trocea y se convierte en cosa de cuatro en lugar de los dos de siempre. Si eso queda así, pues miren, hasta se podría considerar positivo para Andalucía y para el resto del Estado, pero, mucho me temo, que a los populares todavía les queda el mal trago de que se le consagre una formación a su diestra que recoja los anhelos más tradicionalistas de la derecha de siempre, muy a gusto de los Mayor Oreja o Esperanza Aguirre, con lo que la sopa de letras, o el gazpacho que hemos elegido como plato del mes, se llene de tantos ingredientes que al final no va a ver estómago que lo digiera, ni electorado que lo soporte.


¡Vaya año que nos espera...!

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