viernes, 19 de abril de 2024 18:34
Internacional

​Tres de cada cuatro menores refugiados sufren abusos en su camino a Italia

Un tercio de las mujeres y niños confiesan que sus agresores llevaban uniformes, que los vinculan con ejércitos o milicias armadas.

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El largo periplo que emprenden miles de personas para tratar de llegar a la costa de Libia y, desde este punto, hacer el salto definitivo a Italia, deja a estos migrantes a merced de las mafias y los abusos. Tres de cada cuatro menores han denunciado violencia, acoso o agresión, mientras que casi la mitad de las mujeres han sufrido algún tipo de violencia sexual.


Así se recoge en un análisis del Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef) divulgado este martes y en el cual se examina la ruta que siguen los migrantes hacia el Mediterráneo central. El 2016, más de 181.000 personas, casi 26.000 de ellas menores no acompañados, pusieron su vida en riesgo para llegar en Italia.


Más de 4.500 migrantes --incluidos más de 700 menores-- perdieron la vida en el mar intentando alcanzr las costas italianas, si bien el peligro por todos ellos había empezado muchos kilómetros antes, cuando decidieron partir de países tan distantes como Eritrea y Somalia. La parte más peligrosa y opaca son los mil kilómetros que van desde la frontera sur del desierto de Libia hasta la costa mediterránea.


La Organización Internacional para la Cooperación y Ayuda de Emergencia (IOCEA), aliada de Unicef, ha entrevistado 80 mujeres y 42 niños para conocer los principales desafíos a los que se han tenido que enfrentar. Algunos de los menores entrevistados, de entre diez y 17 años, nacieron en Libia durante los viajes de sus padres.


Tres cuartas partes de los menores aseguraron que habían sufrido violencia, acoso o agresión a manos de los adultos y la mitad han afirmado que fueron víctimas de palizas u otros abusos físicos. El grado de incidencia es todavía más grande en el caso de las niñas, según el estudio.


Más de una tercera parte de las mujeres y los niños entrevistados explicaron que los agresores llevaban uniformes, por lo cual estarían asociados a ejércitos o milicias armadas. La mayoría de los abusos corresponden a controles de seguridad dentro de las ciudades o a lo largo de las carreteras.


Los abusos, aunque comunes, apenas se comunican a las autoridades. El silencio impera entre un colectivo con miedo a ser deportado o retenido y que teme el estigma que iría asociado a la denuncia, por lo cual las estadísticas todavía podrían estar incompletas y ser sólo la punta del iceberg de una tragedia sepultada.


DETENCIÓN


Las ONG calculan que en Libia hay 34 centros de detención, pero la comunidad internacional sólo tiene acceso a la mitad. Los testigos citados en el estudio coinciden a relatar todo tipo de abusos en unas instalaciones con condiciones sanitarias deficientes y habitualmente abarrotadas --hasta 20 personas amontonadas a celdas de menos de dos metros cuadrados--.


Los centros de detención operados por las milicias son campos de trabajos forzados, granjas, almacenes y, en resumen, prisiones improvisadas donde los migrantes acaban convertidos en mercancía y objeto de todo tipo de abusos.


CONVERTIDOS EN MERCANCÍA


Unicef asegura que, por persona, los contrabandistas a menudo cobran entre 200 y 1.200 dólares. El 75 por ciento de las personas entrevistadas pidió dinero a familiares, amigos o vecinos; unos 650 dólares de media.


Casi todas las mujeres pagaron al arrancar el periplo con la esperanza de trabajar antes de hacer el último salto a Europa, cosa que también esperaban hacer gran parte de los menores. Sus planes se tuercen durante el camino al convertirse en algunos casos en mercancía, sometidos a explotación laboral para beneficio de los contrabandistas.


El director adjunto de Unicef, Justin Forsyth, ha advertido que estas mafias existen "porque proporcionan un servicio que la gente desesperada no puede obtener legalmente". Sin escrúpulos, "no se preocupan de ninguna otra cosa que no sea el dinero sangriento (...) y no los preocupa enviar los menores a la muerte cuando atraviesan el Sáhara o el mar Mediterráneo".


La ruta, ha subrayado Forsyth, "es ahora una empresa totalmente criminal por la cual los menores y las mujeres pagan el precio".


La directora regional de Unicef y coordinadora especial para la Crisis de los Refugiados y Migrantes en Europa, Afshan Jan, ha coincidido que los "50 millones de niños que hay en movimiento" no pueden depender de contrabandistas y ha reclamado un "pasaje seguro" para todos ellos. "Si fueran nuestros hijos, sólo y asustados, actuaríamos", ha sentenciado.

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