Dice un refrán popular: "Cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo mata moscas". Algo parecido le ocurre a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que cada semana tiene que estar de número uno de la lista por sus declaraciones, que no dejan a nadie indiferente, incluido su “jefe” Alberto Núñez Feijóo, quien le hace cada jugada que parece más bien la de un enemigo que la del líder de su partido y candidato a ocupar La Moncloa. Con favores como ese, puede que esté más lejos cada día de llegar a ese destino. El líder popular no gana para disgustos; es como el embutido en un bocadillo: lo presionan por arriba y por debajo. Lo tiene mal y seguro que está más que arrepentido de haber dejado su Galicia natal.
Díaz Ayuso pretende desviar la atención hacia otro lado por el caso de su pareja y su presunto fraude a Hacienda, que le llevará dentro de poco a sentarse delante de un juez, tras ser imputado por un presunto fraude a Hacienda. Estos días se le nota en el rostro; no lo está pasando muy bien que digamos. ¿Se separará de su pareja si finalmente es condenada y tiene que entrar en prisión? Pues es posible que sí. Tendría que demostrar que “no era conocedora de las trapalladas de su pareja”. No obstante, nada sería igual para la presidenta, incluida su aspiración de sacarse de en medio a Feijóo.
Con este panorama que la carcome y con los susurros al oído de su jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, la presidenta Ayuso “tira palante” sin importarle a quiénes se lleven por delante en esa carrera en la que necesita “me gusta la fruta” como vitamina que alimenta esa mala salud de concordia que carece.
En esta ocasión, el objetivo de sus dardos ha sido el lehendakari Iñigo Urkullu, quien en un mitin del PNV con sus militantes y simpatizantes, cuyo objetivo en esa ocasión era reforzar el euskera, en un momento de su intervención, haciendo alusión a la presidenta madrileña, decía: “Ayuso entzun, Euskadi euskaldun”, que traducido al español significa "Ayuso, Euskadi habla vasco", una afirmación de defensa de la lengua y la cultura vasca. Las palabras del lehendakari tienen que ver con el desplante de Ayuso en una reunión de presidentes que tuvo lugar en Barcelona hace unos meses, en la que, cuando intervino el presidente de Euskadi, que lo hizo en euskera, se levantó y lo dejó plantado. Fue la única y dio, una vez más, la nota que le encanta.
Ayuso, que es licenciada en Periodismo y se le supone formación, en una entrevista se metía con el lehendakari y tergiversaba sus palabras, diciendo que había dicho la frase que utilizaba el entorno de ETA: “pim, pam, pum”, por lo que ella declaraba que se sintió amenazada y cargó de lo lindo contra Pradales. ¿Fue una mala traducción por no entender el euskera? No, sus palabras fueron intencionadas y denotaban una finalidad política, que deja al descubierto el tipo de política que practica. Como era de esperar, al lehendakari no le hizo ninguna gracia y dijo que “las declaraciones de Ayuso son preocupantes y graves”. Lejos de pedir disculpas —y ahí habría terminado el tema—, siguió echando más leña al fuego, acompañada de sus palmeros que no se atreven a decirle que eso no se puede hacer.
Ayuso representa la antipolítica: no es dialogante, es prepotente, insulta, se cree poseedora de la verdad y trata a los ciudadanos de idiotas. ¿Da votos sus mentiras? Hasta ahora, sí. Lo que ocurre es que ha dicho tantas mentiras que, al final, le pasará factura. La unipotente presidenta le sigue haciendo un gran favor al líder popular. El PNV siempre ha sido un partido que, a nivel nacional, ha ayudado al PP (también al PSOE) a formar gobierno. Es un partido bisagra. ¿Lo será en el futuro con los populares si algún día necesitaran sus votos? Con el plantón de Barcelona y ahora con las declaraciones desafortunadas de Ayuso, las cosas se le complican. No sé quién dijo: “Toda persona tiene derecho a ser estúpida, pero algunas abusan del privilegio".
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