Estamos en tiempos convulsos en la política española (sin olvidar la mundial), por tantos motivos: gobernabilidad, económicos, derivados en algunos casos de la corrupción que nunca ha estado ausente, aunque hay ciclos que surgen con mayor “descaro”, es descubierta y se arma la Mari Morena. A todo ello hay que sumarle el acoso sexual de algunos políticos sinvergüenzas que, aprovechándose de sus cargos, se les sube el poder a la cabeza y piensan que se encuentran en la Edad Media para poner en práctica “el derecho de pernada” del siglo XXI: otorgarse el derecho de tocar a las mujeres que se encuentran a su alrededor, acosarlas, ofrecerles trabajos a cambio de acostarse con ellas. Con una impunidad impropia de cualquier hombre, pertenezca o no a un partido político. Lo grave del asunto es que lo hagan quienes defienden el derecho de las mujeres, el feminismo de boquilla, para luego hacer lo contrario de lo que predican. En esta situación se encuentran los partidos políticos, de todos los colores, aunque ahora el centro lo ocupa el PSOE y también el PP.
Lo que está sucediendo estos días abre la caja de los truenos y eso es bueno. Es hora de desenmascarar a los sinvergüenzas que se aprovechan de sus cargos y piensan que el poder les otorga hacer lo que les venga en gana: las partes menos nobles de esos individuos prevalecen sobre la decencia, la dignidad y los derechos de las mujeres. Es bueno, saludable y necesario que las mujeres que han sufrido acosos los denuncien dentro de sus partidos y, las que no pertenezcan a ninguno, en el juzgado. El miedo a no hacerlo está dejando paso a la valentía de las que lo han llevado a cabo. Es bueno, saludable y necesario. Los sinvergüenzas han de ser descubiertos.
¿Por qué se han destapado los acosos y agresiones sexuales a mujeres en el seno de los partidos, instituciones y demás? Por algo tan simple e increíble como que los canales internos de los partidos para denunciarlos no solo son lentos como el caminar de una tortuga, sino que se suele poner un tupido manto para taparlo, dando la callada por respuesta, y hasta ahora les ha salido bien la jugada. El silencio de otros órganos “democráticos” donde se puede acceder para poner las quejas, como la “comisión de garantías”, se ha convertido en la comisión de los amiguetes, que casi nunca dan la razón a quienes acceden a ella para que se haga “justicia”, o lo que es lo mismo, que se garanticen los derechos de los militantes que acuden: es papel más que mojado.
Se ha desatado una ola de denuncias públicas de mujeres que afectan a demasiados políticos. Esto solo acaba de empezar. Que nadie lo interprete como una venganza o como una lucha de mujeres contra hombres. No: esto es destapar y señalar a quienes están ejerciendo el poder contra las mujeres en versión de acoso sexual. Ahí, los hombres que no lo hacen, estoy segura de que no lo aprueban. No son feministas contra machirulos; son mujeres contra acosadores que se valen de sus cargos y que son una vergüenza para la sociedad y para su propio partido. Hay que denunciar la situación, hacer limpieza y que los códigos que tienen los partidos no los guarden en el cajón y los enseñen a los medios de comunicación cuando consideren oportuno, sino que los apliquen: la teoría no sirve sin la práctica.
Se suele decir con la boca pequeña que el poder se ejerce en beneficio de la sociedad; en cambio, cada día se ve que eso no es así. Es más, ¿el poder cambia a los gobernantes? Según decía el expresidente y modelo de gobernante José Mujica: “El poder no cambia a las personas, solo revela quienes verdaderamente son”.
Esta triste historia que se está conociendo no es nueva, siempre ha estado ahí; no hay que rasgarse las vestiduras, la diferencia es que ahora se está dando a conocer. Se producirá una cascada de casos en todos los ámbitos: parlamentos, gobiernos, Senado, ayuntamientos y, por desgracia, un largo etcétera. Es bueno, saludable conocerlos y dejar salir a aquellos hombres que con impunidad lo han hecho... Es una operación de limpieza. Se pide también que los hombres de los partidos digan algo, que están muy callados. O se limpia la política de corruptos, acosadores y puteros, o se ha entrado en una crisis no solo de valores, sino de la propia democracia. Tendrá razón el dramaturgo francés Marqués de Flers cuando dice: “Democracia es el nombre que se le da al pueblo siempre que se le necesita”.

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